Liz Analía Acosta
Entrar a la cárcel significa perder varias cosas: El trabajo, la libertad, y hasta la familia, según reconocen los reclusos del Nuevo Centro Penitenciario de Minga Guazú, pero afirman que también significa una nueva oportunidad de recomenzar.
“Quiero reinsertarme a la sociedad, recuperar lo que perdimos porque muchas cosas perdemos acá adentro”, lo dice claro Christian Aveiro.
En los ojos se le ve que es un hombre renovado. Le acompaña una voz de resiliencia, que le pide no rendirse.
Antes de ingresar a la cárcel era electricista, pero la vida lo llevó por un camino diferente, y ahora busca encontrar un nuevo destino.
Fue uno de los que aprendió desde cero un nuevo oficio: La costura que le va muy bien y tiene muy buena experiencia, según sus propias palabras.
“Me cambió mucho y muchas cosas aprendí a valorar acá: El compañerismo, la familia, los padres”, cuenta.
Reconoce que dentro de las penitenciarías, “el no hacer nada, hace que vengan muchas cosas a la cabeza; y cuando trabajás, te despeja la mente”, explica.
Atilio Ramón Benítez, otro hombre que busca encontrar su camino de regreso a la sociedad, trabaja para la empresa Mega Plásticos SA desde setiembre del 2024, una fábrica de batas quirúrgicas. Fue complicado, pero logró aprender, y ahora puede apoyar desde la cárcel a sus familiares y sentirse tranquilo.
“Con esto ayudo a mi familia, estoy tranquilo ahora. Los primeros momentos fueron difíciles porque dependían de mí y yo sin trabajo”, dice Atilio.
Reconoció que es complicado conseguir un trabajo en el penal, y que en otras penitenciarías, debés tener plata para trabajar, pero con el contrato que firmó con la empresa, cuenta con algo asegurado.
TIENEN DERECHOS
Jesús García, trabajador social, que forma parte del grupo del Ministerio de Justicia que acompaña a los internos, explica que los tratamientos sicológicos, las capacitaciones en oficios y las oportunidades de trabajar dentro de las cárceles permiten a los internos sentirse importantes, con la mente ocupada.
“Ellos son personas y, tanto como nosotros, se merecen el mismo derecho. No por ser privados de libertad, se les priva de eso. Estamos ocupados como institución para que el día de mañana puedan tener una oportunidad más afuera”, explica.
Frank Benítez, encargado de reinserción social del penal, apunta más allá, ya que aparte de trabajar con los internos, la idea es también trabajar con la sociedad misma, tratando de cambiar de la mente la discriminación a privados de libertad.
Carmen Velázquez, dueña de la empresa Rivers SA, que ingresó a la cárcel de Minga Guazú, destacó la gran dedicación de los internos en la confección de prendas livianas.
“Siempre pensamos qué de beneficiosos podríamos ser como empresa, y qué más que venir a dar de trabajo a la gente que está acá privada de libertad, apuntar a su reinserción, y que puedan salir ya con una profesión”, dice.
Cuenta que la idea de la empresa es expandirse a otras cárceles.