@KariGoody
Doña Rosa Beatriz Gómez (60) recuerda con nostalgia los días de su infancia cuando se bañaba en el cristalino arroyo del Mburicaó. “Allí jugábamos con mis hermanos y primos. Era una fiesta en el agua”, relata, mientras su mirada se ilumina al refrescar la memoria sobre los años de esplendor del cauce capitalino que cruza al lado de su vivienda, sobre la calle Carmen Soler, en el barrio Mburicaó de la capital.
Su semblante cambia de a poco y frunce el ceño al mencionar que el arroyo fue deteriorándose a medida que aumentaron el asentamiento humano y la instalación de industrias en torno a la cuenca. El cauce que nace bajo la estación Mburicaó, ubicada en Martínez Ramella y Eusebio Ayala, a metros de la Justicia Electoral, tiene una extensión de 16,25 km y hoy está contaminado principalmente con basuras domésticas y desechos de fábricas.
A la altura de la calle Martínez Ramella y Cerro Corá, unas cuadras después de la naciente, la frescura del ecosistema aún no fue alterada en demasía, a pesar de no estar exenta de desechos. En su margen, donde alguna vez existió un pequeño parque, se contempla el curso de agua todavía transparente que roza con las piedras. El sonido del caudal y el cántico de las aves que exploran la vegetación actúan como la melodía que opaca al ruido de vehículos.
Este hechizo se disipa a medida que el curso de agua avanza serpenteando. Tras pasar por la plaza Manuel Ortiz Guerrero (frente al Buen Pastor), avanzar por la calle España y dirigirse hacia avenida Artigas, la calidad de agua va transformándose. Su matiz cambia al colisionar con los residuos sólidos y fusionarse con los desechos líquidos que salen a su encuentro, desde todo tipo de cañerías de desagüe, estratégicamente ubicadas entre los muros de contención.
Al sumergirse en el barrio Tablada Nueva los desechos domiciliarios e industriales encaran al Mburicaó con mayor intensidad, como si la contaminación ya no se hubiera encargado de bautizarlo por el camino. El final de su trecho lo espera con un escenario espantoso.
“¡Emañamína mba’éichapa opupu!” (mirá cómo hierve) exclama un conductor al señalar las burbujas de un líquido negro, bajo el sol intenso, que busca su salida hacia el río Paraguay. El Mburicaó se pierde en este gran caudal arrastrando la desidia de instituciones públicas y de la población. El río lo acoge y con su torrente trata de diluir visualmente el color turbio, huella de la inconsciencia humana.
contaminantes. Desechos sólidos y efluentes líquidos sin previo tratamiento tanto domésticos e industriales, principalmente de la zona de Tablada, como frigoríficos, mataderías y curtiembres, son los principales contaminantes que alteran al arroyo Mburicaó, describe David Cardozo, director de Gestión Ambiental de la Municipalidad de Asunción. Hasta ahora no se concreta un plan de manejo para el cauce, cuya cuenca solo abarca Asunción. Actualmente el Municipio está involucrado en el proyecto estatal Revive. Con la campaña prometen educación ambiental e incentivos para generar conciencia sobre este cauce y otros del país.
Para el arroyo Mburicaó prevén concursos interbarriales e intercolegiales, a partir de capacitaciones, a fin de tratar de recuperar el degradado recurso hídrico.
16,25 kilómetros es la extensión del arroyo Mburicaó y su cuenca completa abarca solo el municipio de capital.
7 barrios de Asunción, aproximadamente, atraviesa el arroyo que recibe de desechos sólidos y líquidos.
No creo en las intervenciones de autoridades en las fábricas. Estas ya tendrían que haberse adecuado y eso no ocurre. Rosa Beatriz Gómez, barrio Mburicaó.
Hace falta un plan de manejo. Aún no trabajamos sobre eso. Ahora estamos en el proyecto Revive. David Cardozo, Municipalidad de Asunción.