05 may. 2025

Realidad y deseo

Siendo periodista fue inevitable que me preguntaran casi a diario quién ganará hoy las internas y quién las generales en abril; hay gente convencida de que en este oficio prefiguramos el mañana. Si fuera así estaríamos haciendo fortuna en los juegos de azar, no deshojando el calendario, inmersos en este relato interminable del presente. Pero, para no decepcionar del todo a mis ocasionales interrogadores, perpetro este breve ensayo dominguero sobre lo que creo que puede pasar, y sobre lo que querría que pasase, que, por supuesto, son cosas muy distintas.

Intuyo que hoy ganan Santiago Peña en la interna republicana y Efraín Alegre en la concertación opositora. Y de ser así, supongo que Peña llevará ventaja para las generales; aunque el resultado dependerá de cómo encaren sus campañas a partir del lunes, y de lo que ocurra hasta abril de 2023.

Digo que gana Peña porque en ese juego tramposo y permanente del Partido Colorado, él es hoy el referente de la disidencia republicana, la contracara de un gobierno que a estas alturas alcanza récords de impopularidad. Le lleva, además, una ventaja tremenda al candidato oficialista, Arnoldo Wiens, quien apenas cuenta con cuatro meses de campaña y carga con el fardo de la administración fallida de Abdo.

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Si cabe alguna especulación puede que sea con respecto a cuánto impactará en los resultados el manejo del aparato público y partidario, y cierta reticencia de la dirigencia tradicional que no termina por digerir la imposición de un candidato digitado por el ex presidente Horacio Cartes. Por otro lado, dudo de que la designación de significativamente corrupto, que pesa sobre el propietario de Honor Colorado –y de la candidatura de Peña–, tenga mayor relevancia en una interna de la ANR. La corrupción nunca fue un problema para ellos.

En cuanto a la concertación opositora, presumo que la campaña discursiva contra las mafias –encarnándolas en Horacio Cartes– le ha dado a Efraín Alegre buenos resultados en su propio partido y hoy tiene una cómoda ventaja con respecto a cualquier otro candidato. La elección de Soledad Núñez como dupla fue acertada, le dio un toque de modernidad que la figura conservadora y desangelada de Alegre requería con urgencia. No auguro sorpresas. Quien tenga la mayoría de los votos liberales se alzará con la candidatura y ese sigue siendo Efraín.

Obviamente, la realidad no es lo que querríamos que fuera, sino lo que es. Si es por gustos, Peña sería para los míos el candidato ideal. Es un joven tecnócrata con una sólida formación académica y con ideas progresistas. Lamentablemente, para cuajar en el partido y en el movimiento del tabacalero, adjuró de todas ellas y se sumó con el silencio a la devastadora campaña de odio que idearon los asesores del cartismo para dotar de contenido emocional al proceso, algo que borrará de la memoria inmediata las designaciones vergonzosas y la legión de impresentables que integran su menú político.

Pero lo peor de Peña es que carece de poder político. Su poder es el de Cartes, un poder que se sostiene sobre un negocio que requiere de protección política y estatal para llegar clandestinamente a su mercado y blanquear luego las ingentes cantidades de dinero que produce. Una trampa mortal.

En las carpas de la Concertación, las ideas que me generan mayor entusiasmo son las de Martín Burt, que viene trabajándolas desde hace décadas. Efraín es Efraín, un enigma. Sus ideas son muy generales, es poco empático y un producto difícil de colorar en un electorado no liberal. Pero el poder político es suyo, es real y no lo veo atado a ninguno de los poderes fácticos. Y esa es una enorme ventaja. Por lógica, luego de casi un siglo con el mismo partido en el poder y con los resultados mediocres que tenemos, yo quiero la alternancia, aunque no tengamos garantía alguna de que el cambio suponga una mejora inmediata. Lo único cierto es que sin alternancia no hay democracia posible... y yo apostaré siempre por la democracia.