Ni la foto que habrá costado sus buenos dólares en Mar-a-Lago, el sitio de descanso del mandatario americano, ni el apoyo de un par de senadores republicanos fueron suficientes para colocar a un paraguayo al frente de una organización fuertemente devaluada y que tiene el 40% de financiación de los EEUU. No sería de extrañar tampoco que Trump anuncie el fin de los fondos y su salida de la organización. Si hay ya voces que pretenden hacerlo de la ONU, no sería muy complicado que se salgan de las oficinas regaladas por el magnate del acero Andrew Carnegie en el corazón de Washington. No son tiempos de organizaciones multilaterales cuando el discurso es de exclusión de los otros en la resolución de los problemas. Vivimos tiempos de introspección nacionalista que puede iniciar de nuevo un ciclo autoritario a nivel regional. Europa se ha dado cuenta del peligro y busca concentrar esfuerzos en salvarse por sí sola sin depender de los EEUU, que la cuestiona fuertemente por el gasto que supone su parcería. Trump abrió demasiados frentes internos y externos y en algún momento deberá optar por cuáles concentrarse en sus cuatro años de mandato. Si el costo de los huevos sigue alto, la inflación vuelve y las bolsas de valores envían mensajes de incertidumbre y de dudas, el mandatario americano deberá concentrarse en lo local antes que la guerra de los aranceles termine afectando a su país de manera severa. La realidad volverá las cosas a su lugar próximamente.
Pasa una cosa igual aquí. Peña intentó vanamente convencerse de que era un líder de un país ordenado y previsible, pero se dio cuenta con el portazo en Washington y el desprecio de sus socios de Mercosur en el tema de la OEA de dónde en realidad está parado y qué consideración le tienen. Devaluado y dolido se reunió con sus ministros la semana pasada a los que imploró sean buenos y eficientes porque así como están las cosas ya no da más. No evaluó la labor de ninguno y menos aún se animó a echarlos. La de Salud, Obras Públicas, Educación, Acción Social, Agricultura piden a gritos ser sacados, pero no tienen la autonomía para hacerlo. Desde el quincho parecen disfrutar de los fracasos de Peña que ahora deberá asumir su rol de presidente bailando con las más feas: las locales. El kure caldo, el robo de las licitaciones, la decadencia de la salud y la educación deberán ser los grandes temas luego que los 40 viajes no hayan podido traer una sola inversión relevante y menos hacerse con el carguito de secretario general de la OEA de su candidato.
Debe administrar realidades y todas con rostro de necesidad y angustia. Con un Congreso que en mayoría no lo ayuda y menos una Justicia, cuya tarea principal no es castigar a los corruptos, sino lanzarles salvavidas para evadir penas. La dura realidad comienza ahora para un presidente que luce viejo, agotado, consternado e incapaz. La presión sube.