“La naturaleza sigue siendo amable con nosotros”, dijo Rosa Morel, directora de Gestión Ambiental del Ministerio del Ambiente.
Las enormes hojas circulares de verde claro intenso —que pueden llegar a medir un metro y medio de diámetro— reaparecen después de tres años en lagunas de aguas someras próximas al cauce del río Paraguay.
Los amantes de la naturaleza acrecientan la demanda de botes para emprender un corto paseo entre los irupés con el deseo de autorretratarse en medio de esta ninfeácea de aguas apacibles, frecuentada por palmípedas por arriba y tal vez el yacaré (caimán) al acecho por abajo.
“Es una planta muy delicada. Es fuente de trabajo de muchos vecinos en el verano. Cuando llega su tiempo de aflorar sale a la superficie y toma cuerpo muy rápido. Es cuando nos convertimos en centro turístico por un mes aproximadamente”, observa Cristina Núñez, propietaria de un balneario de la zona.
“El microclima que hay en el lugar favorece el crecimiento de la especie. Si se altera el sistema físico químico y biológico se va a extinguir”, advierte la bioquímica Mirtha Ruiz Díaz.
A dos kilómetros del lugar, uno de los pequeños lagos que circundan la zona —en el barrio Piquete Cué— se tiñó de rojo por la contaminación emanada de un matadero de vacunos, lo que obligó al gobierno a clausurarlo.
“La larga sequía, que se extendió más de cinco meses, hasta noviembre, nos ayudó para secar la contaminación. Inmediatamente se sobrevinieron las lluvias. Felizmente no se propagaron las cianobacterias”, explicó Rosa Morel.
“La naturaleza es sabia. A mucha gente le fastidió la sequía, a nosotros nos favoreció para terminar la contaminación. Llegó la lluvia, crecieron los camalotes y, como corolario, brotó el yacaré yrupẽ ", dijo con regocijo la experta del Ministerio del Ambiente.