Para quien no padeció hambre por falta de dinero es difícil entender lo que se siente y cómo esa situación afecta en lo más profundo de la dignidad humana.
Si bien es entendible que la coyuntura actual es atípica y no hay una receta mundial a seguir, el anquilosado aparato estatal impide una respuesta más inmediata.
La Administración Central es un ente muy grande que se mueve a su ritmo, lento y burocrático.
Por eso no extraña que apenas surgieron los reclamos por la falta de dinero en medio de la cuarentena sanitaria, haya sido primero la ciudadanía en responder al llamado solidario, después los intendentes y gobernadores, empresas privadas, seguidos por el Ministerio de Educación.
Y aquí es donde cabe preguntarse si la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) funciona mal porque es el reflejo del Estado central, o porque la cabeza, más allá de sus buenas intenciones, no está capacitada para estar en el cargo.
Se supone que la SEN debería haber sido la primera institución en responder a las personas de escasos recursos. Debería haber aportado conocimiento para que el trabajo de las demás instituciones involucradas fluya, y tanto la ayuda como los mecanismos de control sean apenas un elemento más en una cadena de pronta respuesta a los necesitados.
Junto a la SEN, casi todas las instituciones estatales demostraron que la burocracia pesa más y son incapaces de responder prontamente a la ciudadanía, como ocurre normalmente cuando no hay pandemia.
A la falta de liderazgo y buen trabajo de la SEN le siguió el Mitic, que no previó la avalancha de registros a los programas Ñangareko y Pytyvõ y no buscó descongestionar el acceso a una única página web habilitada para inscripciones.
Si bien se entiende que es normal el colapso cuando muchos intentan entrar a un sitio, si hubiera hecho bien su trabajo el bochorno hubiese sido menor.
El Ministerio de Hacienda, entretanto, demostró que está más acostumbrado a mirar todo como un número y no a personas detrás de los fondos que día a día distribuye en la ejecución del Presupuesto General de la Nación.
Citar el error de cada ministerio sería elaborar una lista casi interminable de peros.
Por ello, esta situación debe usarse como ejemplo y entender que administrar la cosa pública no solo se trata de recursos o dinero. Hay personas detrás que necesitan asistencia continua.
Es difícil cuestionar las medidas de aislamiento social establecidas, porque el resultado con relación a otros países es evidente. Pero no se puede dejar de cuestionar que quienes están al frente de las instituciones públicas necesitan darse un baño de realidad y hacer bien el trabajo para el cual fueron designados.
Las instituciones deben revisar sus mecanismos de respuesta. El hambre no espera.
Administrar la cosa pública no solo requiere de probada honestidad y eficiencia, también precisa empatía y visión de liderazgo. Se demostró que se pueden hacer las cosas bien, solo es cuestión de seguir ese camino.