21 dic. 2024

Regina y su batalla: “En la calle veía a vecinos tirados, pidiendo para caña. Me generó lástima”

La hermana Regina Sian es presidenta de la Asociación de Prevención y Rehabilitación del Enfermo Alcohólico de Paraguay (APREA) y cuenta qué la impulsó –desde hace más de 50 años– a ayudar a las personas que caen en adicción.

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DARDO RAMÍREZ

Me llamo Regina Sian, nací en el año 1932 en la ciudad de Formosa, Argentina, y tengo 92 años. Me dedico hace más de 50 años a brindar ayuda a las personas que padecen de problemas de adicciones en Paraguay. Soy presidenta de la Asociación de Prevención y Rehabilitación del Enfermo Alcohólico de Paraguay (APREA), y promotora de la formación de grupos de Alcohólicos Anónimos.

Nací en el campo. Mi papá era estanciero, llevo el campo en la sangre y vivíamos en un pequeño pueblito de Formosa. Desde chiquita me interesó convertirme en religiosa porque mis hermanas eran las primeras pupilas que tuvo un colegio de hermanas franciscanas en Formosa. Mis hermanas se fueron primero a estudiar porque evidentemente en el campo no había escuela y ellas eran las mayores. Años después vinimos los hermanos más pequeños, con papá y toda la familia porque queríamos irnos a la escuela.

Desde niña sentí admiración por las hermanas y yo recuerdo que me escondía y usaba una toalla en la cabeza como si fuera una monja. Cuando era más joven tuve el sueño de ser misionera de la China, del Japón, del África, y cuando hice los primeros votos me mandaron a España, a un seminario y así viví todo ese proceso. Finalmente viajé a dar seminarios a otros países que tuve la suerte de conocer, como Estados Unidos, México, Colombia, España e Italia, pero finalmente hice mi vida y me quedé en Paraguay. A los veintiún años, me convertí en monja.

Alguna vez de joven, pensé en casarme y ser madre, incluso quería tener muchos hijos, pero gracias a Dios que no me pude casar porque yo tuve problemas de salud, me descubrieron un tumor en la hipófisis (pequeña glándula ubicada en el cerebro) y me operaron. Yo morí como tres veces durante la operación y yo conozco parte del cielo, realmente lo vi, ese fue otro motivo para dedicar mi vida a Dios. Me descubrieron ese problema porque yo tenía dolores de cabeza constantemente y no sabía la causa.

AYUDA A ADICTOS

Desde niña me di cuenta de que había un problema muy serio en la sociedad porque estando en la calle, veía a vecinos o personas que pasaban por mi barrio y estaban tirados en la vereda gritando o pidiendo una moneda para comprar la famosa petaquita de caña y eso me impactaba mucho, me generó una profunda lástima y desde ese momento supe que quería ayudar a las personas que padecían de esta enfermedad tan grande que es la adicción.

Doce años estuve en España y cuando tomaba el barco para regresar a Argentina, una hermana mía me entregó los 12 pasos de alcohólicos anónimos, me entusiasmé con el tema y empecé a hablar con los marineros del barco sobre ello.

Estudié Servicio Social en Argentina y así me puse en contexto argentino con los problemas del alcoholismo. Cuando estaba estudiando allí, me dice el fundador: “Hermana Regina, todo el norte argentino está con problemas de alcoholismo. ¿Por qué no va al norte a trabajar, a estudiar y a conocer más sobre esta realidad social?”. Así fue que comenzó toda esa obra tan grande y llegué a Paraguay en el año 1974 para estudiar el caso de una señora paraguaya que estaba casada con un argentino y él tenía problemas con el alcohol.

REALIDAD SOCIAL

El problema real es que en la sociedad se normaliza el consumo de alcohol. ¿Quién de chiquito no tomó clericó en Navidad o Año Nuevo? Estamos en un ambiente donde constantemente se normaliza tomar alcohol, está en la propia cultura y es una realidad social.

Todos los días acuden familias a mi casa, muchos padres llevan a sus hijos para tratar su adicción a las drogas, ya sea crack, cocaína o alcohol. Un consejo que yo puedo ofrecer es que la familia no tiene por qué juzgar o tener prejuicios con la persona que padece de este problema; no tener apoyo familiar solo empeora la situación de esa persona adicta, por eso lastimosamente muchos de ellos se quitan la vida, no hay comprensión en casa.

Otro problema es que hay familias que sienten mucha vergüenza por tener a una persona adicta en la familia y por eso no quieren ir a los grupos de ayuda, no me llaman a tiempo, y siempre hay que buscar ayuda en Dios, porque en él está la solución, yo solo soy una mensajera de él. La madre o el padre acusador, dejarle dormir afuera al prójimo que sufre de este problema o tildarle de “drogadicto”, solo empeora las cosas y aumenta que esa persona no encuentre una salida.

Hay momentos que hay que planificarlo al enfermo, desconectarle de la realidad y que haga un tratamiento del sueño dos o tres días y después presentarles un programa que yo les ofrezco en el grupo de alta ayuda donde estas personas se comunican. Es comunicar este dolor, es el sufrimiento el que cura al otro, ellos se curan mutuamente. y tienen su propio idioma de sanación.

AYUDA DEL GOBIERNO

Creo que el Gobierno debe priorizar y tener en cuenta el gran problema que tiene el país con las adicciones. Tenemos que tener camas gratis como para cualquier enfermedad en los hospitales públicos porque esto también es una enfermedad y hay que tenerlo muy en cuenta. Debemos contar con más centros de ayuda de calidad. Los familiares de los adictos deben pagar fortunas por la rehabilitación de sus hijos y esto no debería ser así, porque la adicción no distingue estatus social, es una realidad para todo tipo de familias.

En mis cincuenta años de labor medicinal, porque yo soy una agente sanitaria, nunca recibí ningún tipo de ayuda del Estado. Yo vivo de la caridad, de la gente buena que me ayuda; lastimosamente, esta es una realidad. Tenemos que fortalecer nuestra sociedad, empezando por las autoridades y que no ignoren esta realidad que atraviesa el país.

A pesar de que ya no puedo movilizarme porque estoy en una silla de ruedas, continúo con mi misión y trabajo desde mi casa. Mi pasatiempo favorito es seguir las noticias porque me gusta estar informada de todo lo que pasa en el país y el mundo, porque, si no, cómo sabré por qué rezar. Mis limitaciones físicas no son un impedimento para escucharle a la otra persona y ayudar con la carga que lleva en su corazón.

La familia no tiene que juzgar o tener prejuicios con la persona que padece de este problema, no tener apoyo familiar solo empeora la situación de la persona adicta.
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La hermana Regina Sian es presidenta de la Asociación de Prevención y Rehabilitación del Enfermo Alcohólico de Paraguay (APREA)

DARDO RAMÍREZ

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