El relato que publica Current Biology es fruto de un estudio con participación de la Universidad de Cambrige y, aunque probablemente no sea la primera vez que se produce un ataque similar, sí es el primero del que se tiene constancia y es grabado.
El video se filmó en julio del año pasado en los bosques de la isla de Frégate (Seychelles). “No podía creer lo que estaba viendo” era “horroroso y sorprendente al mismo tiempo”, relató Justin Gerlach de la Universidad de Cambridge y uno de los autores de la investigación.
El vídeo, tomado por Anna Zora, subdirectora de conservación y sostenibilidad de la isla, ofrece algunas de las primeras pruebas definitivas de un ataque deliberado y planificado por parte de una tortuga.
El objeto del mortal ataque fue un polluelo de charrán, posiblemente caído de un árbol y que esperaba encontrar la seguridad de un tronco en el suelo, donde fue a enfrentarse con la voraz tortuga hembra de la especie Aldabrachelys gigantea.
“Miraba directamente al charrán y caminaba decididamente hacia él. Esto era muy, muy extraño, y -destacó Gerlach- totalmente diferente del comportamiento normal de las tortugas”.
Durante siete minutos, sin prisa, pero sin pausa, el reptil se acerca a la cría hasta llegar a una distancia en la que puede extender el cuello e intentar morderla, aunque el charrán hace lo posible por defenderse picoteando a su enemiga. Finalmente esta le aplasta la cabeza con sus mandíbulas.
Este comportamiento de la tortuga ha abierto múltiples interrogantes en los investigadores. No es la primera vez que se tiene constancia de tortugas que comen carne o partes de animales ricas en calcio, como huesos o caparazones.
Sin embargo, hasta ahora, cabía la duda de que si la tortuga había matado al animal o ya lo había encontrado muerto.
En cualquier caso, a Gerlach le pareció que esa tortuga había ya cazado con éxito antes, “parecía que saber lo que hacía”.
Aún queda por saber cuántas tortugas cazan, con qué frecuencia, cuánta nutrición obtienen de ello y si ocurre también en otros lugares.
Los autores no descartan que hayan podido ver una población de tortugas que está desarrollando un nuevo tipo de comportamiento con implicaciones evolutivas.
Otra hipótesis es si los esfuerzos conservacionistas en la isla de Frégate, que ha aumentado la población de ambas especies, podrían ser parte de lo que ha impulsado esta actitud inusual, al recrear las condiciones para “comportamientos naturales que la gente no ha visto en cientos de años”.