Los datos de comercio exterior de todo el año pasado todavía no se conocen, pero los publicados a principios de enero para noviembre por el Departamento de Comercio de Estados Unidos lo confirman: las importaciones de productos provenientes de China ya no fluyen al mismo ritmo.
Es cierto que 2022 debería batir el récord de importaciones chinas a Estados Unidos, pero durante los primeros once meses del año, el país norteamericano habrá importado más, en valor, desde la Unión Europea que desde el gigante asiático, la segunda economía más grande del mundo.
Excepto en 2019, cuando la guerra comercial entre los dos países estaba en pleno apogeo, esto no sucedía desde 2008.
“Ha habido un realineamiento de la globalización desde 2018", señaló Robert Koopman, profesor de la American University en Washington, y execonomista jefe de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
“Las empresas buscan diversificar sus suministros para evitar las tensiones geopolíticas chino-estadounidenses, los efectos de la pandemia, pero también las perturbaciones causadas por los riesgos climáticos” en un área geográfica específica, explicó.
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Después de dos años de caída, en 2019 y 2020, bajo el efecto de la guerra comercial entre las dos potencias y luego de las dificultades del comercio mundial por la pandemia, las importaciones estadounidenses desde China se reactivaron en 2021, pero sin volver a su nivel anterior.
Sobre todo, según un estudio del Peterson Institute for International Economics (PIIE) basado en Washington, las importaciones desde China se han recuperado a un ritmo más lento que antes del inicio de la guerra comercial, a diferencia de las compras desde el resto del mundo.
“Definitivamente, hubo cierta sustitución de proveedores” que pasaron de China a otros países como Vietnam o México, dijo Mary Lovely, investigadora del PIIE, y explicó que eso se debe en parte a los propios inversores chinos que abrieron fábricas fuera de su país de origen.
“En México es algo diferente”, precisó Lovely. “Hubo algunas inversiones chinas, pero más que nada son multinacionales que quieren acercarse al mercado estadounidense”.
En la feria de tecnología CES en Las Vegas, a principios de enero, una empresa electrónica china, Etech, destacó sin empacho sus fábricas en Vietnam.
En constante avance desde hace dos décadas, las exportaciones vietnamitas también cobraron verdadero impulso desde 2018, multiplicando en más del doble su valor, convirtiendo así a ese país asiático en uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos.
Las importaciones desde otros países asiáticos también están creciendo fuertemente: Taiwán, Corea del Sur e incluso Malasia están ganando partes de mercado en Estados Unidos.
¿Son estas las primeras señales de un desacople entre las economías estadounidense y china?
El tema divide a los expertos, que aún carecen de retrospectiva sobre el impacto de la política arancelaria estadounidense y la crisis sanitaria en este intercambio.
Ryan Sweet, economista jefe para Estados Unidos de Oxford Economics, subrayó que los estadounidenses, una vez levantados los confinamientos, “gastaron mucho dinero en productos que generalmente son importados”.
Pero “ahora gastan más en servicios, lo que repercute en la demanda de bienes y por tanto en las importaciones”.
Una opinión a la que se suma en parte Emily Benson, investigadora del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), con sede en Washington, para quien “aunque la pandemia no haya terminado, los actores económicos y los gobiernos están empezando a actuar como si fuera el caso y el comercio vuelve a niveles normales”.
Sin embargo, una de las consecuencias de la “reorganización del comercio mundial” y la “diversificación geográfica es ver que las cadenas de suministro ya no comienzan en China sino en el sudeste asiático o más cerca de Estados Unidos”, añadió.
Al mismo tiempo, normas estadounidenses, como la reciente Ley de Reducción de la Inflación (IRA) o la Ley de Chips, que pretende regresar a Estados Unidos parte de la producción de semiconductores, “son indicadores claros del deseo de la administración de Joe Biden de desvincularse de China”, según Koopman.
Pero el entrelazamiento de las dos economías es tal que ese efecto parece complicado de lograr.
“Las tensiones están creciendo entre Estados Unidos y China”, admitió Sweet. “Pero eso no significa que Estados Unidos dejará de importar productos chinos. Con el tiempo, veremos una diversificación de los suministros, especialmente porque los fabricantes ya no pondrán todos sus huevos en la misma canasta”.