16 dic. 2024

Relevancia de Frankenstein

Se conmemora este año el 200 aniversario de la publicación de la aclamada novela gótica de Mary Shelley (1797-1851). Frankenstein fue escrita cuando ella contaba con dieciocho años. ¿Un debate actual sobre la modificación de genética?

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Se cumplen 200 años de la publicación de Frankenstein.

Archivo.

Única hija de Mary Wollstonecraft, la primera feminista autora de la Vindicación de los derechos de la mujer, y William Godwin, escritor y novelista político. Diez días después del nacimiento de Mary, Wollstonecraft murió por complicaciones, dejando a Godwin, un intelectual absorto, para cuidar de Mary y Fanny Imlay, la hija de Wollstonecraft de una relación anterior, huérfanas.

Criada por su padre, Mary vivía en una casa llena de pensadores radicales, poetas, filósofos y escritores de la época. Con dieciséis años, se fugó con Percy Bysshe Shelley, embarcándose en una relación que enfrentaba a la deuda, infidelidad y muerte de tres hijos, antes que la viudez temprana cambiara su vida para siempre.

En la primavera de 1816, Lord Byron parte de Inglaterra dirigiéndose a las orillas del lago Lemán en Ginebra en compañía del médico John Polidori (médico y escritor, quien iría a publicar lo que se considera la primera novela de vampiros), invitando a Percy Shelley, Mary Godwin y Claire Clairmont a pasar juntos la temporada. Los moralizadores los llamaron la “Liga del Incesto”.

Los orígenes de la novela son quizás tan famosos como la génesis del monstruo acaecida en la mesa de operaciones del laboratorio de Víctor Frankenstein. Podría decirse que la historia de Frankenstein comenzó a causa del aburrimiento. Una tarde durante el “año sin verano” en el interior de la cabaña, Lord Byron propone divertirse con el relato de historias de fantasmas y esa noche anuncia que cada uno de los presentes escribirían una historia de fantasmas. Godwin comenzó la historia que se convertiría en Frankenstein. La novelista concibió su creación literaria en lo que ella describió como un “sueño de vigilia” resultando así en una “pesadilla de vigilia”. Frankenstein representa el peligro de un descubrimiento científico sin control, y la destrucción resultante es una parábola para regular estos avances.

Frankenstein o el moderno Prometeo se publicó dieciocho meses después en enero de 1818 de forma anónima en una edición de 500 copias, con un prefacio sin firma de su esposo el poeta Percy Bysshe Shelley y una dedicatoria a William Godwin. El libro se convirtió en una sensación inmediata. Sir Walter Scott escribió en una revisión temprana: “El autor nos parece revelar poderes poco comunes de la imaginación poética”. Scott, como muchos lectores, asumió que el autor era Percy Shelley. Los críticos menos enamorados del poeta romántico condenaron el radicalismo godwiniano del libro y sus impurezas byrónicas. John Croker, un miembro conservador del Parlamento, calificó a Frankenstein como un “tejido de absurdo horrible y repugnante”: radical, desquiciado e inmoral.

Ningún trabajo de literatura ha hecho más para dar forma a la manera en que los humanos imaginan la ciencia y sus consecuencias morales que Frankenstein. El moderno Prometeo, el extraordinariamente perdurable relato de Mary Shelley sobre creación y responsabilidad... Al escribir Frankenstein, Mary produjo tanto en la criatura como en sus tropos creadores que siguen resonando profundamente en las audiencias contemporáneas. Además, estos tropos y la imaginación que generan influyen en la forma en que confrontamos la ciencia y la tecnología emergentes, conceptualizan el proceso de investigación científica, imaginan las motivaciones y las luchas éticas de los científicos y ponderan los beneficios de investigación científica contra sus trampas anticipadas e imprevistas.

EL TITÁN CLÁSICO

Frankenstein ha perdurado en la imaginación popular durante doscientos años. Comenzada como una historia de fantasmas, la dramática historia de Víctor Frankenstein y su criatura unida se puede leer como la parábola final de la arrogancia científica. Víctor trató de hacer lo que quizás debería haberle dejado a la Naturaleza: crear vida. Aunque la novela se discute con mayor frecuencia en términos literarios-históricos, como un ejemplo seminal de romanticismo o como una obra pionera de ciencia ficción, Mary Shelley estaba muy consciente de los desarrollos científicos contemporáneos y los incorporó a su historia. En nuestra era de biología sintética, inteligencia artificial, robótica e ingeniería climática, la obra de Shelley resuena con fuerza para los lectores con antecedentes o interés en la ciencia y la ingeniería, y cualquier persona intrigada por las cuestiones fundamentales de la creatividad y la responsabilidad.

Quizás la pregunta central de la novela de Shelley sea lo que ella denominó “la naturaleza del principio de la vida”, esa curiosa isla de estar en medio del vasto océano cósmico del no ser.

Shelley le dio a su novela el subtítulo El moderno Prometeo, el titán clásico que robó el fuego de los dioses y se lo regaló al ser humano quien fue torturado eternamente por sus crímenes. En una fábula paralela, el prodigioso Víctor Frankenstein coloca la chispa de la vida en una criatura que no sabe controlar. La brillantez de su logro es innegable, pero la llama incontrolada finalmente consume a sus seres queridos, a sí mismo e incluso a su creación. Al igual que Prometeo, Frankenstein roba un regalo del reino de los dioses, que no puede manejar y por lo que es castigado. La historia sigue siendo sorprendentemente relevante para un lector contemporáneo, a través de su exploración de avances científicos e inteligencia artificial.

LA INSENSIBILIDAD DEL CREADOR

El insaciable deseo de Víctor de completar su hazaña científica es, como su criatura, cautivador y repulsivo. El monstruo es producto de su necesidad que todo lo consume para ganar el poder de un dios y conquistar leyes de la naturaleza. Cuando el proceso se completa, se horroriza instantáneamente por el resultado de sus esfuerzos, pero con el monstruo-genio fuera de la botella no puede controlar a la criatura o evitar que destruya todo lo que él aprecia.

Cuando se reúne con su creador, expresa con pasión y elocuencia su deseo de ser aceptado por otra alma viviente, ya sea humana o de Frankenstein. La novela de Shelley no presenta los avances científicos y tecnológicos como puramente monstruosos. Más bien, es la insensibilidad del creador, quien no puede o no anticipará los peligros de su invención, quien es verdaderamente monstruoso. A lo largo de la novela, se invita al lector a dar testimonio de este paralelo irónico.

En la era moderna de la fecundación in vitro y la ingeniería genética, los estudios alquímicos y los aparatos químicos de Frankenstein están obsoletos como medio para generar vida. Pero la búsqueda del descubrimiento técnico y los peligros que esto representa para el orden natural encuentran sencillos paralelos en los avances tecnológicos modernos, en particular la inteligencia artificial circundante. El día moderno está lleno de temores sobre las implicaciones del aprendizaje automático, tanto lo que puede crear como lo que esto significará para el futuro global de la humanidad.

En la era del aprendizaje automático complejo, el renovado Prometo de Shelley nunca ha sido más moderno de lo que es hoy. El remordimiento que Víctor expresa recuerda los sentimientos de J. Robert Oppenheimer cuando presenció el poder indescriptible de la bomba atómica... La responsabilidad de los científicos debe comprometerse antes de que se desaten sus creaciones.

Como el difunto Stephen Hawking declaró al abrir el Centro Leverhulme para el futuro de la inteligencia: “El éxito en la creación de inteligencia artificial podría ser el evento más grande en la historia de nuestra civilización. Pero también podría ser lo último, a menos que aprendamos cómo evitar los riesgos”.

María Gloria Báez

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