29 jun. 2024

Repetir la historia

Conocer y estudiar la historia nos ayuda a no repetirla. En especial la de nuestro país, que a lo largo de sus más de 213 años de vida independiente, tuvo varios periodos de dictaduras donde la voluntad de una persona era palabra santa, que debía cumplirse porque no hacerlo significaba la muerte.

Así, tenemos que, desde nuestra independencia, gobernó el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, aunque entre 1814, con la dictadura temporal y luego en 1816, con la perpetua, solo imperó el miedo y se hacía lo que decía el Supremo, quien eliminó cualquier tipo de oposición.

La cosa no cambió mucho con Carlos Antonio López y su hijo, aunque era menos pronunciada con la Constitución de 1944, ya que se notaban obras de gobierno, pero llegó la Guerra contra la Triple Alianza que dejó devastada a esta nación.

Luego vendría el gobierno dictatorial de Higinio Morínigo, en la primera década del ‘40, donde prohibieron partidos políticos, censuraron a la prensa. Incluso, cada edición de los periódicos debía ir primero al Departamento Nacional de Prensa y Propaganda, que determinaba si la edición podía circular.

Los trabajadores de prensa y locutores debían estar inscriptos para poder trabajar. La misma Constitución de 1940 daba pie a este tipo de leyes liberticidas.

A esto le siguen más de 35 años de dictadura de Alfredo Stroessner, donde se cambió la Carta Magna, primero para seguir en el gobierno, y después para ser reelecto en forma indefinida.

Y aquí viene también la persecución a la prensa, a los partidos políticos, las torturas, desapariciones de personas que pensaban diferente al régimen imperante.

Es así que, tras el 2 y 3 de febrero de 1989, el país tuvo una inusitada libertad. Tanta fue la alegría que la primera ley aprobada de ese año fue el Pacto de San José de Costa Rica. El 22 de junio de 1992 tuvimos una nueva Ley Suprema, que era como un grito de libertad luego de tantos años de opresión.

La nueva Constitución, que cumplió 33 años el pasado sábado, impuso el garantismo en los procesos y nuevas instituciones. Querían evitar que una persona se eternizara en el cargo, por lo que suprimieron la reelección, y le dieron más poder al Congreso.

Sin embargo, pareciera que ahora todo camina hacia una nueva dictadura, ya que un solo partido está copando todas las instituciones, prácticamente eliminando toda voz en contrario, socavando la democracia al sacar legisladores molestos por simples mayorías.

Es más, los parlamentarios que tienen mayoría en el Congreso vedadamente amenazan a los integrantes de otros poderes del Estado, específicamente la Corte, si es que fallan a favor de una ex senadora para volver al Poder Legislativo.

Lo peor es que directamente dicen que no se puede opinar de manera contraria en el propio partido de gobierno. Uno de los que se atrevió a criticar fue expulsado. Ahora, planteó una acción de inconstitucionalidad contra las resoluciones que lo dejaron fuera. Es más, avisó que caminábamos a una dictadura.

Con cada ley que se sanciona sin siquiera discutir los motivos, nos quitan un poco de nuestra libertad, lo que hace que cuando queramos reaccionar, ya no tengamos la fuerza para oponernos.

Es por eso que el copamiento de las instituciones es un peligro para la democracia. Evitar que las personas ejerzan la libertad de expresión también. Querer controlar a la prensa, cuya labor fundamental es ser contralora de los actos públicos, es una desgracia para la república.

Pero el peligro real está en que se formen procesos sin razón, solo por la voluntad de una persona. Condenar sin respetar esa Carta Magna que hace poco cumplió 33 años es una afrenta para los constituyentes.

Con todos estos signos sensibles, necesariamente tenemos que estar alertas para no volver a los gobiernos dictatoriales que tuvimos, bajo el ropaje de una democracia.

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