Fotos: Javier Valdez
Parece uno más entre tantos autos distribuidos en el gran salón. Pero no lo es. En realidad, ninguno de los vehículos que están en ese lugar lo es. “Este Mustang de 1968 era de Alfredito Stroessner (hijo menor del dictador). Lo compré por G. 40.000. Hoy, si pido por él G. 40.000.000, me lo sacan de las manos”. Ewald Ratzlaff cuenta esta anécdota sabiendo que siempre va a sorprender a su interlocutor. Y como esta tiene muchas otras historias, tantas como la cantidad de autos que ya restauró o está por hacerlo. El particular mundo de los restauradores es un baúl de emociones.
Ratzlaff es mecánico y tiene su propio taller de rectificación de motores. Pero en sus ratos libres, uno de sus hobbys le permite seguir ligado a ese universo de grasa, pintura y combustible, cuyos olores se combinan para crear esa atmósfera que caracteriza al mundo de los fierros: don Ewald restaura vehículos antiguos y los deja como nuevos. En uno de ellos se casó, y sus tres hijos varones y las dos mujeres también lo hicieron, cada uno, en otras tantas joyas sobre ruedas.
Pocos, pero buenos
En Paraguay, la restauración de vehículos antiguos no es una actividad extendida. Y no lo es, fundamentalmente, porque la afición por el coleccionismo —que es lo que abona la demanda de servicios de profesionales del ramo— es relativamente reciente en Paraguay, y los fanáticos todavía no constituyen una cantidad significativa, en comparación con los de otros países de la región.
El Club de Vehículos Antiguos del Paraguay (CVAP) fue fundado en 1985 y a la fecha cuenta con cerca de medio millar de socios. Esta entidad aglutina a los propietarios de máquinas antiguas y organiza competencias y paseos para sus asociados, con el fin de que estos puedan poner en marcha sus coches y mostrarlos en público.
En décadas pasadas, todavía era posible encontrar en Paraguay unidades en desuso. Eran vehículos procedentes de EE.UU. o Europa. Muchos de ellos, una vez fuera de circulación, pasaron a ser objetos de desecho, considerados por sus dueños como estorbos difíciles de sacarse de encima. Entonces los vendían a precio reducido, solo por no regalarlos. En la década de los 80, muchos fueron vendidos a coleccionistas brasileños. “El club no pudo impedir que se perdiera parte de nuestra historia”, se lamenta Ratzlaff.
Las cosas empezaron a cambiar hace alrededor de 20 años, cuando los propietarios de autos viejos comenzaron a percatarse de que había aficionados dispuestos a pagar elevadas sumas para hacerse con alguno de sus rodados. Las series televisivas sobre restauradores contribuyeron mucho a cambiar aquella percepción inicial. Ahora, la chatarra que no era más que un estorbo podría dejar de serlo, porque alguien se quiere quedar con ella y, encima, a cambio de dinero.

Ratzlaff es socio fundador del CVAP, por lo que conoce la historia de la pasión por el coleccionismo y por la restauración. Él confirma que en Paraguay la actividad comenzó con la fundación del club citado y recalca que “ahí la gente se empezó a entusiasmar, cuando organizamos carreras y paseos. Pero el furor se inició con los programas de televisión de Estados Unidos sobre restauradores”.
La restauración exige mucha paciencia para ambos, restaurador y cliente, pues volver a la vida a vehículos que muchas veces están abandonados en patios, calles, baldíos y gallineros insume mucho dinero y también mucho tiempo. “Cuando traen un auto para restaurar se sabe cuándo entra al taller, pero nunca cuándo va a salir”, afirma Jorge Ramírez, de Buby Restauraciones.
El tiempo del proceso varía según el estado en que se encuentra el vehículo a recuperar, la cantidad de repuestos y accesorios que necesita y de la disponibilidad de estos, y aun depende de factores imponderables. Así que hacer un presupuesto en base al plazo y los gastos que va a insumir es imposible. Aun así, en promedio, se puede estimar que la puesta a punto integral de un auto insume entre ocho meses y un año y medio.
Con tiempo
Héctor Silvera, propietario de un taller exclusivo de restauraciones, también explica que en su trabajo no da presupuestos. “No se puede. Un auto de 40 años o más, herrumbrado y manoseado, hay que desmantelarlo, empezar por la carrocería, deshuesar la parte mecánica, ver lo que está bien y lo que está mal; lo que está bien se aprovecha y lo que está mal se cambia o se repara”, describe.
Después viene el proceso de pintura, el sellado. “La chapería y los lados deben quedar como vinieron de fábrica, no como a mí se me ocurra; los pisos y los zócalos deben ser plegados con los mismos moldes de fábrica, a la misma distancia. Yo respeto todas las normas”, asegura Silvera.
Claro que en los coches que restaura, él debe ceñirse a los gustos del cliente, ya que cada propietario tiene sus preferencias en cuanto a cómo quiere que luzca el auto. “Pero normalmente lo dejo como el original, respetando las formas convencionales de cada marca”, aclara.
La personalización puede aplicarse al motor, o al tapizado, que ya no es igual al original, sino que tiene un estilo propio de acuerdo a lo que el dueño quiere. “La restauración no es solo un proyecto mío, sino una convención con el dueño”, apunta el especialista.
Lo usual es que no haya demasiados inconvenientes en conseguir los repuestos necesarios, pues casi todos los autos los tienen. “Y si no se pueden conseguir, se traen de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia o se adapta algo que le vaya casi igual y en ese caso se hace de forma que no perjudique la originalidad del auto”, señala.
Ramírez aporta que en los mercados internacionales se pueden conseguir tanto piezas nuevas —fabricadas especialmente— como usadas. “En Estados Unidos se encuentra todo, desde la llave de contacto hasta la chapa con el número de chasis que salió en ese año y para ese modelo”, sostiene.
Para dejar la restauración lo más parecida posible a cómo salió de fábrica, que no tenga nada fuera de lugar, Ramírez explica que recurre a cada factoría para obtener los detalles originales. “Un auto antiguo con una radio moderna, a mí particularmente no me gusta. Tiene que estar tal cual salió de fábrica. Todo lo que vos le pongas le resta valor”, afirma.
Pero restaurar respetando los parámetros implica mucho dinero. “Siempre digo que muchos son los que quieren, pero pocos los que pueden”, sentencia Ramírez. En la actualidad, quienes quieran adquirir un vehículo para su restauración deben traerlo de Estados Unidos o de Europa, pero hasta no hace mucho se compraban en Argentina o Uruguay.
Gustos diferentes
Ratzlaff se dedica a restaurar solo por gusto personal y no realiza trabajos para terceros. Es un coleccionista que se especializa en lo que denomina autos paraguayos —es decir, coches que fueron adquiridos por propietarios del país—, porque considera que volver a la vida a esas máquinas es también una forma de recuperar la historia inherente a ellas, que forma parte de la gran historia del país.
Silvera, por su parte, lo toma como una profesión y trabaja sobre pedidos. Su pasión por la mecánica le viene de parte de su padre, un ingeniero mecánico que tenía su propio taller en Uruguay, donde el joven desarrolló su afición por los fierros. Más adelante trabajó en fábricas de automóviles y adquirió conocimientos de carrocería y chapería, que hoy aplica a su oficio.
¿Y cómo llegó a ser restaurador? “Trabajé en esto por invitación de otra persona. Después vi que podría haber un mercado y lo intenté. Empecé a enganchar clientes que traían autos americanos, los arreglaban y los vendían; y otros, que no sabían adónde llevarlos e iban a un taller convencional —que no es lo mismo—, terminaban recurriendo a mí", cuenta.
Ramírez tiene un taller que no está abierto al público, porque se especializa en coleccionismo. “Todos los autos que pasan por mis manos o por mi colección son autos valiosos, que ahora ya no existen en Paraguay, porque los pocos que había se fueron al Brasil”, revela.
El experto aclara que en el campo de la restauración se pueden encontrar autos antiguos y autos de colección. “Los primeros son viejos, que pueden estar bien mantenidos o no, pero no tienen un valor económico importante; sus dueños gastan más en mantenerlos. Los de colección son los de edición limitada”, detalla.
Dando valor
Un auto conservado tiene un valor superior a uno restaurado, al menos para los coleccionistas. Si alguien alguna vez pensó en cambiarle el color original o el volante, o sustituir o agregarle cualquier accesorio a su vehículo, lejos de aumentarle su cotización lo que estará haciendo es desvalorizarlo, pues cuanta más fidelidad guarde con el original, mejor consideración tendrá.
Pero, como ya se mencionó, cada dueño es libre de hacer con su coche lo que mejor le parezca, aunque la alteración de una joya antigua siempre va a generar el rechazo de quienes poseen alma de coleccionistas, porque estos prefieren mantener la unidad tal cual salió de fábrica, o al menos, lo más cercano posible a la originalidad.
¿Y cuáles son los requisitos que debe reunir un restaurador? Fundamentalmente, debe ser alguien a quien le guste este tipo de trabajo, que sienta pasión por la reconstrucción minuciosa de un vehículo antiguo, coinciden nuestros entrevistados.
Pero, además, debe conocer la historia de cada vehículo y las técnicas usadas en su momento en la fabricación de cada unidad. Las lagunas, en ese sentido, hoy son más fáciles de superar gracias a internet y al acceso más fácil a las fábricas para pedir los datos de cada vehículo.
Trabajar en autos antiguos y volverlos a la actividad no requiere conocimientos de mecánica adicionales, dado que son más sencillos que los coches actuales. “No se necesita de cursos de actualización”, afirma Ramírez, quien añade que tampoco se exige poseer herramientas de época, ya que las actuales incluso pueden hacer las tareas mejor que las antiguas.
La restauración de los autos de antes tiene mucho de artesanía, no solo por el trabajo manual minucioso que implica, sino también porque el resultado va más allá de su utilidad como bien de uso. La satisfacción que genera manejarlos o subirse a uno de ellos es un estimulante masaje para el espíritu. Es un nuevo aliento de vida.
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Del Tercer Reich
Los autos restaurados en Paraguay no solo formaron parte de la historia de nuestro país, algunos estuvieron relacionados con la historia de la humanidad, como el que le tocó poner a punto a Héctor Silvera. “No te voy a contar el nombre del propietario, pero una vez una persona me trajo el auto personal de Hermann Göring (el jerarca nazi) para restaurarlo. Una vez terminado el trabajo, no sé qué hizo el dueño con él. Creo que lo vendió a un museo alemán”, cuenta.
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Consejo de experto
¿Qué hacer con los autos una vez restaurados, sobre todo si se tiene más de uno? “Recomiendo usarlos lo más posible, irse al trabajo en uno un día y al día siguiente en otro. Lo ideal es que estén en marcha con frecuencia”, afirma Jorge Ramírez.
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Medio centenar