Hace casi cuatro años la humanidad comenzó a vivir una pesadilla que afectó muy pronto la vida de todos. Nos vimos enfrentados a carencias y limitaciones de las que ni siquiera éramos conscientes. Los sistemas de salud de todos los países se vieron en crisis por la intensidad que adquirió la pandemia del Covid-19 y el Paraguay no fue una excepción.
Sin embargo, se debe reconocer que algunas decisiones que se tomaron fueron no solamente acertadas, sino que además colaboraron para que el contagio masivo no se hiciera realidad tan pronto. Los cuidados sanitarios implementados, así como la responsabilidad que mostró en su momento la población en el lavado de manos, distanciamiento y uso de tapabocas fueron factores claves.
Lamentablemente, nos ha faltado disciplina y perseverancia, tanto de parte de las autoridades oficiales como de la sociedad para sostener aquellas medidas.
El Covid vuelve en esta temporada a ser una amenaza, aunque realmente nunca dejara de serlo, y nos encuentra sin la lección aprendida. Las personas ya no usan mascarillas en lugares concurridos ni continuaron con la costumbre del lavado de manos preventivo; estos son más que simples detalles y pueden colaborar a que la situación no se descontrole, pues estamos viviendo una verdadera epidemia de afecciones respiratorias. Falta además más información de parte de las autoridades y que redoblen los esfuerzos comunicacionales para advertir a la población.
Esto adquiere una particular importancia en este tiempo debido al nuevo peligro que se cierne sobre todos: Se trata de una nueva versión de la pesadilla que se inició hace casi cuatro años, la circulación simultánea del Covid-19 y el dengue. Y, si los augurios se cumplen, estaríamos ante una gravísima crisis en sistema de salud.
A fines del pasado mes de diciembre se informó que se dispararon los casos de dengue, debido fundamentalmente a las intensas y profusas lluvias. No obstante, esta no es la verdadera causa de la situación que estamos viviendo. En nuestro país el dengue es endémico, vale decir, circula durante todo el año, aunque esta es la temporada cuando arrecian los casos por la temible combinación de lluvias, humedad y altas temperaturas. Este año se suma el DEN-3, que supone un amenaza pues podría provocar “la peor epidemia” de dengue de los últimos años; eso sería posible por los paraguayos que viajan al Brasil y casi seguramente introducirán el serotipo. El DEN-3 circuló en nuestro país hace 17 años, por eso ahora hay una mayor población vulnerable.
Debemos enfrentar la amenaza, pero sobre todo debemos asumir nuestras limitaciones y debilidades. De las autoridades y de los funcionarios de salud se espera mayor determinación y liderazgo para informar a la población e iniciar campañas educativas que lleguen a tiempo a la población.
Asimismo, se debe tener definidas las responsabilidades. A la sociedad se le puede pedir retomar los hábitos que ayudaron durante la pandemia del Covid; también se les puede pedir que colaboren con la eliminación de los criaderos del mosquito Aedes aegypti, pero no caben dudas de que la limpieza y la disposición de los residuos depende de las autoridades municipales y las gobernaciones. Es inadmisible acusar a las personas de “puercas” –como es usual en estas situaciones– cuando las comunidades muchas veces no tienen acceso al servicio de recolección de basura, por ejemplo.
Como se ve, estos problemas estructurales son la base de las epidemias de dengue y su resolución no depende de Salud Pública. Por eso, todas las instituciones del Estado deben estar comprometidas para evitar una crisis que pueda causar mucho dolor y la pérdida de vidas.