María Gloria Báez
Escritora
Nacido el 23 de abril de 1896 en Asunción, sus padres fueron Otoniel Báez González y Desideria Samudio Domínguez. Heredó de su linaje un espíritu intelectual, con influencias notables de figuras como sus tíos Cecilio Báez, Juan Anselmo Samudio, su primo hermano, Quirino Báez Allende, entre otros.
Este trasfondo familiar se refleja en la sofisticación de su prosa, cargada de una melancolía reflexiva y un agudo sentido de la justicia. Contrae nupcias con Obdulia Concepción Roa Haedo (1908-1966) en el año 1935, con quien tienen un solo hijo, Jorge Báez Roa (1936-2016), destacado músico, intelectual y abogado. Cursó sus estudios en el Colegio Nacional.
En su obra Historia de las letras paraguayas – Tomo III” (1951), don Carlos R. Centurión ofrece un retrato de Báez S., como el de una figura destacada de la poesía épica y la oratoria en Paraguay..., “Su inclinación al periodismo lo llevó muy pronto a actuar en los diarios de oposición y a intervenir en política, motivos que le privaron de dar término a sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Comenzó a escribir en El Nacional. En el mismo diario publicó sus primeras poesías, en 1918. También colaboraba en aquel tiempo en la Revista del Centro Estudiantil” … Prosigue …” Fue uno de los fundadores del “Centro José Enrique Rodó”, juntamente con Ramón P. Muñoz, Alejandrino Meza, José Arturo Alsina y otros. En uno de los primeros cenáculos organizados por la nombrada entidad, Jorge Báez leyó una poesía que agradó a los presentes y causó sorpresa entre los compañeros, porque Báez, hasta entonces, solo era tenido como aficionado al arte pictórico. En 1923 fundó el “Ateneo de la Juventud”, del cual fue primer presidente. Pertenecían también a esta corporación Antoliano Rodríguez, Benito Irala, Rafael Oddone, Cristóbal Pires, Milner R. Torres, Juan Sorazábal, etc. Jorge Báez fundó y dirigió varias revistas. Citaremos entre ellas, Mundo Paraguayo, 1928-1929; La Hora, 1933-1934; y La Semana, 1935.
Actuó como redactor en El Diario, en 1939, en La Razón, La Unión y en otros periódicos como Progreso Nacional. Publicó su primer libro de versos, Alba lírica, en 1924; La canción de la epopeya, en 1929, e Iris de gesta, un año después. A su regreso de la guerra del Chaco, donde actuó como oficial de la reserva, editó La ofrenda de Leuconoe, colección de ensayos, discursos y conferencias; Política paraguaya de la preguerra, libelo, y, últimamente, Arte y artistas paraguayos, biografía y crítica. En los juegos florales organizados por El Diario, en 1926, en celebración del natalicio del héroe de Cerro Corá, correspondió a su poema La canción de la epopeya el primer premio de poesía.
Dicho trabajo fue recitado por su autor, el día de la fiesta, en el Teatro Nacional. La canción de la epopeya valió a Jorge Báez la aparición de su nombre entre los poetas de la nueva generación intelectual paraguaya en la Historia universal de la literatura, publicada por la editorial González Porto, de Buenos Aires.
En 1946 fue designado director de la Biblioteca Americana y Museo Godoi”… (sic). Su producción literaria incluye, además de las citadas, Bolívar (monografía); Las misiones del Paraguay y Las artes guaraní jesuíticas; Las polkas paraguayas, y otra obra significativa, como La torre del silencio y otros ensayos (1955), en la que su prosa refinada y su aguda percepción del arte, se entrelazan para ofrecernos una visión rigurosa sobre el legado de icónicas personalidades de la cultura paraguaya.
Teje con magistral sensibilidad y agudeza intelectual un compendio que no solo enaltece a las personalidades claves de la cultura paraguaya, sino que también presenta una profunda reflexión sobre el arte, la identidad y la historia. En su obra, nos invita a un recorrido a través de las vidas y contribuciones de personalidades que marcaron un antes y un después en la vida artística e intelectual del país. La primera figura que destaca es el Dr. Ignacio A. Pane, influyente abogado, escritor y pensador. Báez no solo lo considera un pilar en la crítica social, sino un símbolo del compromiso intelectual hacia el progreso. Es en Pane donde Báez encuentra la convergencia entre la inteligencia y el activismo, un modelo que él mismo buscó seguir a lo largo de su vida. El recorrido continúa con el análisis del impresionismo del pintor Juan A. Samudio, donde Báez explora las profundidades estéticas de un Paraguay en transición, capturado a través de pinceladas llenas de luz y sutileza. La obra de Samudio es elevada a un nivel universal, donde el arte trasciende lo local para fusionarse con las corrientes vanguardistas del mundo. Báez utiliza a Samudio como un ejemplo claro de la capacidad del arte para reflejar no solo el entorno, sino el alma misma de un país en búsqueda de su identidad. Agustín Barrios, conocido como Mangoré, aparece en los ensayos de Báez como “el mago de la guitarra. Aquí, la admiración de Báez es palpable; Barrios no solo representa la maestría musical, sino la perfecta fusión de la música académica con las raíces folclóricas de América Latina. Báez ve en Barrios un puente entre lo popular y lo erudito, un emblema de la posibilidad de elevar las tradiciones locales al escenario mundial. La guitarra de Barrios no es solo un instrumento, sino una voz que lleva la esencia de un Paraguay silenciado por las luchas internas. En su análisis sobre la Generación del Año 13, Báez se detiene en figuras como Miguel Acevedo, innovador del periodismo y la literatura paraguaya. Esta generación, según Báez, marcó un punto de inflexión en la historia del pensamiento nacional. Ellos sentaron las bases para una nueva etapa de crítica y renovación, sacudiendo los cimientos del tradicionalismo y abriendo espacio para la modernización cultural. Acevedo, como lo describe Báez, no es solo un pionero, sino una chispa que encendió un fuego intelectual que continuaría ardiendo en las décadas siguientes. Báez no omite a los dibujantes y caricaturistas, como Juan Sorazábal, a quien describe con una aguda ironía que refleja su capacidad de usar el lápiz como arma de denuncia. Sorazábal, según Báez, es un guerrero del arte, cuyas caricaturas se convirtieron en herramientas de resistencia frente a los abusos del poder. Aquí, Báez demuestra su habilidad para captar la importancia del arte gráfico no solo como un medio estético, sino como una forma de confrontación política y social. La obra también explora a figuras emblemáticas del folclore guaraní, como Narciso R. Colmán (Rosicrán) y Francisco Martín Barrios. Estos nombres resuenan en la pluma de Báez como defensores de la identidad cultural, guardianes de la lengua guaraní y las tradiciones que forman el alma del Paraguay. Báez los sitúa como voces esenciales en la preservación de la memoria colectiva, destacando su papel en tiempos de represión cultural y censura. En sus últimos ensayos, dedica especial atención a la poesía femenina representadas por Dora de Acuña y Enriqueta Gómez Sánchez, a quienes ensalza como ser las voces más poderosas de la poesía paraguaya. En una sociedad dominada por hombres, Acuña emerge, según Báez, como una figura de resistencia y profundidad emocional, cuyo legado sigue siendo esencial para la literatura nacional. No solo celebra su obra, sino que subraya la importancia de las voces femeninas en el paisaje cultural paraguayo, un tema que sigue siendo pertinente hoy. Jaime Bestard, pionero en el arte moderno paraguayo, recibe uno de los ensayos más líricos de Báez. Bestard, a través de sus pinturas, logra captar la esencia de las tensiones entre lo local y lo universal, y Báez lo describe como un innovador que logró encontrar una voz propia en medio de las influencias externas. Así también, dedica un ensayo a la “Exposición de Ignacio Núñez Soler”, el cual se erige como un diálogo entre el tiempo y la memoria, donde la estética se entrelaza con la introspección. El último ensayo que citaré, es el dedicado al Ateneo Paraguayo, caro a los afectos de Báez Samudio. ”El séptimo salón de Primavera”, espacio inaugurado en el año 1934, en donde participan los más prestigiosos pintores y escultores, nacionales y extranjeros, admitiéndose con ellos a algunos alumnos … “aventajados de pintura de la aludida institución para estimularlos en sus aptitudes reveladoras”
La torre del silencio y otros ensayos no es simplemente una colección de ensayos, sino una meditación sobre la identidad, la resistencia y el legado de Paraguay.
Báez Samudio, con su aguda percepción del arte y la cultura, nos ofrece una obra que trasciende el tiempo, invitándonos a reflexionar sobre el papel del intelectual en la sociedad. Es una obra que, aunque profundamente arraigada en el contexto paraguayo, resuena con temas universales de lucha, creación y supervivencia cultural. Su estilo, a la vez poético y crítico, convierte esta obra en un referente imprescindible para quienes buscan comprender el pensamiento paraguayo en su contexto más amplio. Así, al recordar a Jorge Báez Samudio en el 65° aniversario de su muerte, acaecida el 29 de mayo de 1959, evocamos su incansable labor como cronista, defensor de la cultura y gran laureado poeta.