Hacer feliz a los más pequeños de la casa, premiarlos por su buen comportamiento y conservar su inocencia es sin duda una de las motivaciones principales para los papis, abuelos, tíos y padrinos, que en la víspera coparon centros comerciales, haciendo la tarea encomendada por Melchor, Gaspar y Baltazar: buscar el regalo ideal para sus niños.
Como todos los años, la avenida Eusebio Ayala —pese a no ser peatonal por disposición municipal— fue una de las más visitadas, por la gran cantidad de ofertas y los precios, un factor determinante especialmente para las familias numerosas.
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Si bien hay padres que prefieren decir a sus hijos el verdadero origen de los Reyes Magos, otros optan por mantener la tradición, que incluye dejar los zapatos bajo el árbol de Navidad o en otro rincón con agua y pasto para los camellos, lo cual tampoco es malo, según nos explica la sicóloga Olga González.
La profesional asegura que “mentir” a los niños hace que “esperar a los reyes se convierta en uno de los mejores recuerdos de la infancia. Porque se genera ilusión y porque el niño aprende a esperar y ser paciente”.
Capullo enfatiza además que con esta práctica se logra que cuando crezca el niño se de cuenta “de que solo el amor de los padres puede generar la magia de lo misterioso, de lo imposible, de lo maravilloso”.
También, asegura, es una forma de alimentar la fe (para los que la profesan), “y si no tienes fe, es formar parte de esa felicidad inocente que espera casi en vela la llegada de la magia de los tres Reyes Magos”.