Por el Dr. Walter G. Bastos * |
Es tan pobre que lo único que tiene es dinero. Esta afirmación parecería venir más de un rebelde sin causa antes que del sector empresarial. Sin embargo creo que la ecuación es fácil de comprender. Lo intangible produce lo tangible. La riqueza genera entre otros beneficios, dinero.
Esta historia ilustra bien a lo que me estoy refiriendo. Durante un vuelo trasatlántico, una dama fue sentada al lado de un hombre de raza negra. La mujer pidió de inmediato a la azafata que la cambiara de sitio, porque “no podía sentarse junto a una persona tan desagradable”. Ésta le informó cortésmente que el vuelo estaba muy lleno, pero que vería si había algún lugar disponible en primera clase para solucionar el problema.
Los demás pasajeros observaron la escena discriminatoria con disgusto. La mujer se sentía feliz, y hasta triunfadora. Minutos después la azafata le informó: “Discúlpeme señora, el vuelo está lleno, pero afortunadamente encontré un lugar en primera clase. Pedí autorización al capitán, quien me indicó que no se podía obligar a nadie a viajar al lado de una persona tan desagradable”. Con alegría la mujer se dispuso a salir de su asiento, pero la azafata le dijo al hombre de raza negra: “Señor, ¿sería tan amable en acompañarme a su nuevo asiento?”. Los pasajeros se pusieron de pie y ovacionaron a la azafata. Ella y el capitán fueron premiados por su actitud en el área de atención al cliente. En realidad, “las personas pueden olvidar lo que les dijiste, pero nunca olvidarán cómo los hiciste sentir”.
Debemos aprender a pasar de la teoría a la práctica. Generar riqueza y combatir la pobreza sigue siendo el gran desafío en América Latina. La crisis no ha hecho otra cosa que empeorar la situación. Se han buscado diversas alternativas para enfrentar el problema, y una de ellas consiste en los negocios inclusivos. Empresarios, activistas, políticos y académicos se han interesado en este tema, pero las iniciativas adoptadas hasta ahora no han sido inclusivas.
Las iniciativas transformadoras tienen que favorecer a los ciudadanos más desposeídos. Esto se logra al involucrarlos como proveedores, distribuidores o consumidores en una cadena generadora de valor. Como hay una motivación económica detrás, esta inclusión realmente les ayuda a elevar sus ingresos y a mejorar su calidad de vida. Estas iniciativas tienen la posibilidad de apalancar los recursos y tejidos sociales ya existentes en las comunidades. Y son un suelo fértil para la innovación en productos y operaciones. También ayudan a romper el aislamiento en el que viven muchos de estos segmentos.
Los beneficios para las empresas pueden ser enormes. Pero para cosecharlos, éstas deben hacer modificaciones en su cultura y en sus operaciones, al tiempo de adoptar una nueva mirada al concepto de valor. Hacer que la empresa toda sea más receptiva a lo que se aprende sobre estos clientes, y potenciar el liderazgo emprendedor, en especial dentro de las mismas empresas. En contrapartida la oferta debe mejorar. Hay que elevar nuestro nivel de exigencia personal. La prosperidad tiene requerimientos elevados. Las personas llegan a ser prósperas cuando tienen altos niveles de exigencia.
El Paraguay está lleno de gente talentosa. Basta asistir a uno de los eventos presentados por la Fundación “Tierra Nuestra” para constatar que ese “instinto” natural hacia el arte se potencia con el acompañamiento de gente que conoce. Un alto en la ciudad de Eusebio Ayala ratifica que el mayor “gourmet” está en nuestras chipas. Somos exportadores de futbolistas de clase mundial. Nuestro ñandutí y Ahô pôi son inigualables. La lista es interminable. En esto debemos focalizarnos. Los negocios inclusivos generan riqueza. Tenemos propuestas de valor que no tienen competidores.
La inclusión genera riqueza, siempre que pasemos de los discursos a las acciones.
*Director Estratégico del Club de Ejecutivos del Paraguay