Una instantánea que por su grandeza icónica ha perseguido a Ruiz Nestosa, que el 1 de mayo de 1982 captó al novelista paraguayo en una calle de la ciudad argentina de Clorinda, a unos 20 kilómetros de Asunción, luego de ser conducido a la frontera por agentes de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989).
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Fuera del foco quedaban Iris Giménez, su esposa, y el bebé de ambos, con quienes días antes había regresado a su país tras un exilio de décadas, para inscribirle como paraguayo en el Registro Civil.
Por lo que la fotografía, en blanco y negro, es la de un Augusto Roa Bastos solo y como en medio de la nada, de no conocerse que iba camino de la terminal donde el trío tomaría un autobús a Buenos Aires.
La instantánea inmortalizaba así el segundo exilio de Roa Bastos tras el de 1947, cuando el autogolpe del presidente Higinio Morínigo le obligó a marchar a Argentina.
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Ello gracias al objetivo de Ruiz Nestosa, entonces periodista en un diario capitalino quien puso rumbo a Clorinda junto a Rufo Medina, del equipo de dirección de ese medio asunceno, cerrado en 1984 por la dictadura.
Se habían dirigido a esa urbe tras conocer la expulsión del creador de Yo el Supremo a una Argentina también bajo un régimen militar y además convulsionada por la Guerra de las Malvinas, recordó a Efe Ruiz Nestosa en un correo desde la ciudad española de Salamanca, donde reside.
“Buscábamos en qué hotel se encontraba hospedado, cosa que no era difícil pues creo que no había más que tres o cuatro (...). Roa Bastos no quiso hablar con nosotros. Cuando dimos con él, abrió un poco la puerta y a través de la rendija nos dijo que no podía hablar, que la situación era muy difícil y que le entendiéramos”, relató.
Fue un camarero del hotel quien les informó que Roa Bastos saldría esa tarde hacia la terminal, frente a ese mismo edificio, por lo que intentaron obtener desde allí una fotografía “para no regresar al diario con las manos vacías”.
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“Cuando faltaban pocos minutos para las cinco me acerqué al balcón, tratando de mostrarme lo menos posible y cuando lo vi cruzar la calle a él solo, disparé la cámara. Por razones de seguridad Iris salió luego, con el niño en brazos. Fue así como tomé la fotografía”, rememoró el retirado periodista.
Custodiando la foto
Cuenta Ruiz Nestosa que la foto pudo llegar a destino “por ese instinto de conservación que uno desarrolla en los países dictatoriales”.
Así que extrajo el rollo y lo pegó con cinta engomada en el salpicadero del coche, de cara al encuentro con los aduaneros argentinos.
Cargó además un carrete en color, que disparó varias veces, convencido de que no contarían con los medios para ese revelado.
El hecho es que fueron detenidos y llevados a un cuartel en el que se respiraba “un ambiente de terror” y donde se “hacía ejercicio de oscurecimiento por si aparecía la aviación inglesa”.
Puestos en libertad a la medianoche, tras ser interrogados, atravesaron el puesto aduanero paraguayo sin mayores contratiempos.
Desencuentro con Roa Bastos
La paradoja es que la emblemática foto, publicada al día siguiente, no tuvo en ese momento una excesiva repercusión, aunque sí tendría efecto en lo personal.
“Lastimosamente la publicación de la fotografía me costó la amistad con Roa Bastos, una amistad de muchos años, años difíciles cuando vivía en Buenos Aires y nadie lo visitaba porque estaba en la lista negra de la dictadura”, señaló.
Al respecto, Ruiz Nestosa considera que el disgusto del novelista “fue porque se le estaba dando visibilidad a su expulsión”.
“Entonces era frecuente que los órganos represivos de la dictadura le aconsejaran a sus víctimas que no dijeran nada, que se mantuvieran en silencio, que dejaran pasar los atropellos y que pronto se olvidaría todo”, reflexionó.
En su opinión, el futuro premio Cervantes creyó en ese proceder debido a que carecía de la experiencia y el “entrenamiento” sobre el terreno de paraguayos como el propio Ruiz Nestosa, detenido por la dictadura.
“Hasta que entendió que las cosas no eran así y adoptó una actitud crítica con el sistema y lo atacó abiertamente. Lastimosamente el vínculo amistoso no se pudo recomponer jamás”, acotó.
Fue el precio de la imagen registrada por Ruiz Nestosa, autor de una obra gráfica que desborda el fotoperiodismo y que este jueves fue reconocido por El Cabildo, el brazo cultural del Congreso paraguayo, con la concesión del premio Maestros del Arte y en el apartado de Artes Visuales, instaurado por vez primera.