No faltaron las lentejuelas, los apliques de pedrería, los tejidos metalizados, los volúmenes exagerados ni las transparencias, sobre todo en el caso de las hermanas Kardashian, que acudieron al completo junto a sus hermanastras y su madre, convirtiendo la fiesta benéfica del año en EEUU casi en un asunto familiar.
Kim Kardashian, acompañada por el humorista Pete Davidson, su nueva pareja, fue hoy la que más se hizo esperar entre más de 300 famosos y sorprendió con un vestido ajustado de color carne recubierto de brillantes que evocaba a Marilyn Monroe, una elección más sencilla que sus últimas propuestas, muy chocantes.
El exclusivo evento, que recauda fondos para el Instituto de Moda del Museo Metropolitano de Nueva York (Met) y sigue una temática marcada, se celebró de nuevo el primer lunes de mayo, como era tradición desde los años noventa hasta que la pandemia obligó a cancelar la cita en 2020 y a posponerla a setiembre el año pasado.
Anna Wintour, la editora de Vogue, que selecciona personalmente a los invitados, fue una de las primeras en aparecer por la alfombra de estampado patriótico que cubría las escaleras de la pinacoteca, vestida con una túnica en colores brillantes adornada con plumas y luciendo una tiara sobre su icónico peinado corto.
Poco después llegó el matrimonio de actores formado por Blake Lively y Ryan Reynolds, presidentes honorarios de la fiesta, que no defraudaron con su elección de moda, sobre todo ella, con un vestido largo de corte regio que se desmontaba revelando una larga cola azul con bordados y dibujos brillantes.
A lo largo de unas cuatro horas hubo una sucesión de actores, músicos y modelos luciendo sus mejores galas y quizás por eso destacó la presencia del hombre más rico del mundo, el empresario Elon Musk, que apareció como una estrella de rock, saludando a una multitud apostada detrás de vallas en la calle.
El fundador de Tesla, con un elegante traje de chaqueta de corbata blanca, como marcaba el código de vestir, iba acompañado de su madre, la ex modelo y dietista Maye Musk, quien apostilló un jocoso “me ha dicho que no quería entrevistas” mientras atendía a los periodistas y aseguraba que le encanta la moda.
Hubo una nutrida presencia de artistas latinos, pero la mayoría fueron directos a la fiesta sin detenerse a hablar con los medios, con excepciones como la de Camila Cabello, que aprovechó para hacer “activismo” y señalar que su vestido era “sostenible”.
Bajo los focos hubo espacio para otros mensajes: El del alcalde de Nueva York, Eric Adams, que clamaba por el “fin de la violencia armada” con un letrero en su chaqueta; o la carta de amor que Alicia Keys lanzaba la Gran Manzana al lucir su “skyline” dibujado en pedrería en su falda.
Eiza González, con una túnica blanca con plumas, dijo que estaba feliz de encontrarse con tantos latinos; Anitta lamentó, bromeando, que no podría “perrear” con su voluminoso vestido; mientras que J Balvin, con traje, bastón y cabello tintado de amarillo neón, aseguró estar disfrutando de su reciente paternidad.
La española Rosalía, con gran desparpajo, mostró unas botas altas de piel con plataforma bajo su vestido blanco con pedrería de Givenchy, confirmando que le gusta ser “disruptiva” también en cuestión de moda, y declarándose “muy agradecida” por estar en su segunda Met Gala.
Y es que, pese a todo, fue inevitable la extravagancia: La rapera Cardi B llevó un vestido hecho de cadenas; Dove Cameron se presentó con un diseño troquelado de Iris Van Herpen que parecía de otra galaxia; y la modelo Gigi Hadid cubrió su conjunto de látex granate con una chaqueta acolchada gigante a juego.