05 oct. 2024

Saber elegir

¿Quién elige nuevos colaboradores? ¿Quién decide quiénes harán un viaje de capacitación? ¿Quiénes serán socios? ¿Qué potenciales clientes serán visitados? ¿Quiénes serán promovidos? ¿Quiénes serán despedidos? En los emprendimientos unipersonales o en actividades relativamente pequeñas, el dueño o emprendedor es lógicamente el que debe tomar estas decisiones. En ambientes de mayor envergadura existen hoy acuerdos de gestión, procedimientos, políticas o marcos de convivencia que indican a quién y cómo tomar decisiones. Hay muchos que parten de datos, evaluaciones y observaciones, otros consultan, otros confían en sus instintos y otros una mezcla de todo lo anterior. Otros dejan que el tiempo muestre el camino, aunque a veces se requiere una acción inmediata.

Un exitoso empresario, bastante lúcido, me recomendó alguna vez nunca votar porque “el lado perdedor se convierte en el que impide o el enemigo”, complicando el cumplimiento de lo decidido. En cambio, hacer el máximo esfuerzo para lograr consensos. Claro que votar a veces es inevitable. Por supuesto, además de todo lo citado, están leyes, contratos, reglamentos y otros elementos del marco institucional que deben respetarse.

En estos días hay 2 eventos ilustrativos de cómo tomar decisiones o hacer elecciones que se recuerdan en la Palabra. El primero se produce cuando se debía reemplazar a Judas Iscariote. Fueron candidatos José y Matías. No soy ni remotamente un erudito en la Biblia y aun así estoy seguro de que ambos tenían méritos más que suficientes para estar considerados. Estoy seguro también que lo habrán meditado, rezado y discutido previamente. En Hechos 1, 26 “echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías”. Un procedimiento inusual en el Nuevo Testamento.

El segundo evento es Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. A partir de ahí, la recomendación para tomar decisiones viene de Hechos 1, 8 y Juan 14, 26: “El Espíritu Santo a quien el Padre enviará en mi nombre os recordará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho”.

En resumen, ya se trate de una actividad unipersonal o de posiciones en organizaciones con muchos colaboradores y sin importar el nivel de facturación o rentabilidad, así como en todas las situaciones de la vida diaria, es bueno practicar algo que algunos solemos olvidar frecuentemente: orar siempre, pedir al Espíritu Santo su ayuda, pedir el don del discernimiento y estar atentos a las señales. A partir de ahí practicar la paciencia porque a veces simplemente los logros tardan, mantener la humildad para reconocer errores o renunciar, y corregir las fallas.

Que el Espíritu Santo nos ayude a discernir, a actuar y a reparar lo que hemos dañado.

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