El sitio donde está ubicado fue la casa de José Asunción Flores que es un punto de encuentro para los habitantes del barrio y quienes llegan de otros lugares para la actividad del Martes Santo.
“Preparamos 1.000 chipas. De esa cantidad 700 son mestizas, 150 chipa kandói, que es a base de maní y miel y la chipa arapaho, que es una chipa extinta”, detalló Clemente Cáceres, promotor cultural y quien encabeza la actividad desde su inicio hace 15 años.
Explicó sobre la chipa arapaho que el nombre significa hasta que pase la Semana Santa.
“Se conserva más tiempo porque tiene ingredientes que no se descomponen”. Según contó, registró dicha receta en el año 1985.
Pudo rescatarla gracias a una señora de 90 años que vivía en Santaní y que aún la seguía preparando.
Sobre la actividad realizada en el mirador cercano a la casa de Flores, comentó que todas las chipas son repartidas sin costo alguno. Incluso acompaña con un vaso de cocido sin costo alguno.
Las chipas son cocinadas en un tatakua a caldera. Para mantener el calor no hace falta rajas o leña. Puede hacerlo con cualquier hojas de diarios, cartones o la madera de la caja de manzana.
En estos días el tatakua quedará a disposición de los vecinos que quieran preparar sus propias chipas.
Además de la tradicional faena de preparar el manjar tradicional, hubo acompañamiento de galoperas y músicos en la mañana de ayer.
De esa manera, no solo fue honrada la tradición de los días santos. También la memoria del eterno Flores, que desde Punta Karapã llevó al mundo una nueva melodía.