El padre Blas Arévalos, administrador Apostólico de la Diócesis de Villarrica, tuvo a su cargo la homilía del sexto día del Novenario en honor a la Virgen de Caacupé, bajo el lema “Esperanza para los enfermos, abandonados, empobrecidos y marginados”.
En la celebración eucarística, realizada ante cientos de fieles en la explanada de la Basílica Santuario, reflexionó sobre la Iglesia que como cuerpo de Cristo está llamada a acoger con amor a los enfermos, a los pobres y a todos los que sufren.
“Este es un mandato claro del Evangelio y una expresión concreta del amor de Dios”, comenzó e indicó que Cristo es el rostro de Dios para los pobres y enfermos, ya que desde el inicio de su ministerio, Jesús sanó a enfermos, tocó leprosos, comió con pecadores y defendió a los más vulnerables.
“En cada gesto reveló que el amor de Dios no excluye a nadie, especialmente a aquellos que la sociedad rechaza”, afirmó y advirtió que el materialismo tiende a valorar a las personas según lo que poseen, en lugar de por quiénes son.
Esto genera un sistema de prioridades que a menudo descuida la dignidad humana, donde los pobres y vulnerables queda relegados, vistos como una carga más y no como miembros esenciales de la comunidad.
“La Iglesia, como continuadora de la misión de Cristo, debe ser un refugio para los que necesitan consuelo, apoyo y esperanza. La Iglesia no es una institución alejada de la realidad, sino una comunidad que vive y camina con el pueblo, especialmente con los más pobres y enfermos”, insistió el padre.
Siguió su sermón con el ejemplo del buen samaritano y afirmó que “estamos llamados a inclinarnos ante las heridas de los demás a aliviar el dolor y ser instrumentos de la misericordia divina”.
La herida más sangrante
Durante su homilía, el padre abordó la problemática situación de los pobladores de Paso Yobái, donde manipulan mercurio y cianuro en los procesos de extracción y separación de oro.
En ese contexto, afirmó que todos tienen el derecho a un entorno de trabajo seguro y saludable. Al igual que tener acceso al agua potable, a un aire limpio y a una alimentación y vivienda adecuadas.
“Bien es sabido, que hasta la fecha, en los trabajos de minería en la extracción de oro en Paso Yobái, se manipula el uso desmedido de mercurio y cianuro en los procesos de extracción y separación del oro de la materia viva del suelo”, se explayó.
Advirtió que el mercurio es un metal pesado persistente y peligroso para la salud humana y el medio ambiente.
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“Su uso en actividades mineras provoca la contaminación de suelos, ríos y tajamares a escala regional y afecta la salud humana, trasciende hacia los más pobres (indígenas y campesinos)”, acotó y alertó que la exposición a niveles altos de cianuro, durante un periodo breve, daña el cerebro, el corazón y hasta puede producir la muerte.
Siguió indicando que en una investigación realizada entre la Pastoral Social y la Universidad Nacional de Asunción, se recomendó no usar más el mercurio y el cianuro en las actividades de minería y reemplazar por un producto sintético ecológico y más amigable con el ecosistema.
Reprochó que la tarea pendiente en los trabajos de explotación de oro es que se involucren los entes reguladores del Estado, como el Ministerio del Ambiente, la Dirección de Minas y Energía de MOPC, el Ministerio Público, la municipalidad local, entre otros.
A su criterio, ellos deberían de actuar como órgano rector y “no dar luz verde a las actividades informales y peligrosas como es la actividad minera hoy día en Paso Yobái”.
“Pero nos da esperanza porque hay hombres y mujeres, peregrinos de la esperanza, valientes que se resisten y defienden para que Paso Yobái sea libre de contaminación. Dios quiera que autoridades y pueblo trabajen juntos por el bien social”, agregó.
Responder a las necesidades y el sistema obsoleto de IPS
Arévalos apunto a que cada diócesis, parroquia y capilla debe contar con una organización de la Pastoral Social, para responder a las necesidades de los demás. Esto se encuentra en el acompañamiento que uno da a los enfermos, atendiendo a los pobres y defendiendo la justicia.
En otro momento, habló sobre las raíces del pecado estructural que están impulsadas por actitudes como la codicia.
“A consecuencia de estos, el Instituto de Previsión Social (IPS) de Asunción enfrenta varios problemas urgentes que afectan tanto su operatividad como la calidad del servicio para los asegurados”, sostuvo.
Cuestionó su sistema informático obsoleto que, con más de 15 años de antigüedad, no soporta la demanda actual y genera frecuentes caídas que afectan el agendamiento de consultas y la entrega de medicamentos.
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“La sostenibilidad del sistema está comprometida debido a factores como cambios demográficos y problemas históricos en la gestión de fondos. Además, existen preocupaciones sobre la posible privatización parcial del sistema y una percepción de desmantelamiento deliberado del IPS”, se explayó.
Deficiencias en infraestructura y servicios
El religioso aseveró que las instalaciones médicas, tanto en Asunción como en otras regiones, carecen de recursos suficientes para satisfacer la demanda.
Esto incluye equipos médicos desactualizados, falta de camas en hospitales y tiempos de espera prolongados para tratamientos esenciales.
“A veces pensamos que la pobreza o la enfermedad son solo problemas materiales, pero también son oportunidades para amar. Los pobres y los enfermos no son una carga, sino un don, porque nos enseñan a amar con un corazón más puro y desinteresado”, finalizó.