28 ene. 2025

Salvador Allende, a 40 años del 11 de setiembre

Se conmemoran 40 años del golpe de Estado, acaecido como una pesadilla para el pueblo chileno un 11 de setiembre, orquestado por la derecha y ejecutado por las fuerzas armadas a su servicio, y financiado por la CIA y el Gobierno de los Estados Unidos, país que tendría que lamentar casi 30 años después, su propio 11 de setiembre, en circunstancias aún no esclarecidas.

Salvador Allende

La foto. La imagen de Salvador Allende, tomada por el director Luis R. Vera, y que fue tema de un documental.

(*) Por Luis Vera | Columnista invitado

En este mismo día, pasa a la inmortalidad el presidente Salvador Allende, quien cae en el bombardeo al palacio de La Moneda, defendiendo con su vida, como lo había prometido, el respeto a la Constitución, y la voluntad que el pueblo soberano le había entregado en el pleno ejercicio de la democracia.

Hijo de la clase media y trabajadora chilena, ya como estudiante de medicina surgen en el joven Allende las primeras grandes preguntas sobre su entorno social, cuyas respuestas darían origen a su ideario político y su vocación de médico al servicio de los más necesitados y excluidos del país. Nombrado Ministro de Salud a los 29 años de edad, por el primer gobierno de coalición izquierdista en América Latina logrado en elecciones (1936), enfrenta la cruda realidad nacional de atraso, miseria, desigualdades y la falta de derechos de los trabajadores y sus familias.

No fueron las ideologías foráneas, como se le acusó, las que despertaron en el joven Allende sus motivaciones políticas. Fue esa realidad, a la que sumó las teorías de filósofos y pensadores universales, que un hombre de la envergadura y ambición intelectual de Allende no despreciaría, llevándole de ser un luchador social a un político y estadista de fuste, que lo convierte 30 años después en el primer socialista de la historia mundial que llega a ser presidente por la vía electoral.

En esa condición, Allende entra en la historia de la humanidad como demócrata y luchador por la libertad, sin violar durante su mandato ningún derecho humano ni ciudadano. Nunca apresó, ordenó torturar, hacer desaparecer, asesinar, o exiliar a persona alguna, ni tampoco fue responsable de acto alguno de corrupción…

Ese proceso de cambios estructurales de la sociedad, en democracia y dentro de los estrictos marcos del respeto a la libertad de todos los ciudadanos sin excepción, es obra de un visionario que quiso poner en ejercicio la realización de todas las utopías vigentes a su época, en un proyecto político al servicio del bienestar y la grandeza de su país. Respetado por sus adherentes y adversarios, la estatura moral de Allende no tiene parangón en la historia social y política chilena. La lección dejada a Chile tampoco. Los intereses de los grandes poderes económicos nacionales y transnacionales no le perdonarían la osadía. Si antes de ser presidente estaba amenazado, luego de serlo sería sentenciado, por los grandes delitos de haber profundizado la democracia, haberles incluido y dado oportunidades a todas y todos, y por haber recuperado para Chile sus riquezas básicas, nacionalizando el cobre, el hierro, el petróleo, el gran latifundio, etc., que hoy benefician, entre otros, a las propias fuerzas armadas, las que cumplieron la sentencia en la peor traición a la Constitución que se tenga memoria.

Esos ideales hicieron de Allende un libertario, un demócrata y un revolucionario, que resumen el pensamiento y la acción de toda su vida política. Es esta consecuencia y coherencia entre palabra y obra lo que admira lo mejor de su pueblo, y que lo consagra en el chileno más reconocido y homenajeado a nivel mundial, incluidas las voces de Mandela, el papa Francisco, la alemana Merkel, o el propio Obama. Esto jamás lo podrán borrar (ni equiparar) los fascistas, oligarcas, proimperialistas, o sus simpatizantes de ayer y de hoy. Ese 11 de setiembre, Allende entró para siempre en el podio de honor de la historia. Ese mismo día, el verdugo de Chile, Pinochet, entraría para siempre en su basurero…

En el mundo y en nuestra región, nos sigue inspirando el ejemplo de Salvador Allende, al igual que muchos otros ilustres latinoamericanos, hombres y mujeres, que lucharon y luchan para una segunda y definitiva independencia que nos permita ser dueños de nuestro propio destino, con igualdad, tolerancia, justicia, prosperidad, paz y libertad.

(*) Luis R. Vera es un cineasta chileno vinculado al Paraguay, director de la película Miss Ameriguá, rodada en 1993, y de la actual producción Mangoré. Vivió exiliado durante la dictadura de Augusto Pinochet.