De acuerdo con el decreto que entró en vigencia ayer, se levanta gradualmente el aislamiento preventivo por la pandemia del Covid. Seguirán vigentes, dicen, las medidas sanitarias a modo de evitar el contagio masivo, por lo que Salud llama a la población a ceñirse ahora más que nunca a los protocolos sanitarios, y a respetar las restricciones en este “modo seguro de vivir”.
Como admitió un neumólogo, se va a ver cómo funciona la nueva estrategia, aunque los médicos tienen otra visión, porque claro, ellos están en los hospitales y saben que nos encontramos en una “meseta alta” en la cual el ritmo de contagios es elevado, y el descenso todavía es lento.
A partir de esta etapa cada uno es responsable de sí mismo, por su salud y la de su familia. Traducido quiere decir: cada uno para sí y Dios para todos, porque el Estado no puede. Al nuevo modo de vivir le llaman: “Vamos a vivir con el virus” (o ¿vamos a sobrevivir al virus?).
Vuelve la vieja normalidad. Calles y avenidas llenas de autos, conductores prepotentes e impacientes que atropellan peatones; mientras, la clase trabajadora que todavía tiene el privilegio de tener trabajo retomará su rutina de viajar en ómnibus repletos hasta el techo –no vaya a ser que los empresarios del transporte pierdan plata angá– en un transporte público que se convertirá en la bomba que faltaba caer para que todos nos contagiemos al mismo tiempo.
Volverán nuestras viejas miserias. La gente se va a aglomerar, no se van a cuidar ni van a cuidar a sus amigos y familia, van a seguir escuchando reguetón, van a conducir borrachos y provocar accidentes. Porque no aprendimos nada de la pandemia.
Pero bueno, ahora ya es tarde para lamentos porque ya cruzamos el Rubicón.
En este nuevo modo de vivir vamos a pasar mucho calor, con cortes de luz y agua. Un clásico de toda la vida, auspiciado por los 70 años de malos gobiernos colorados, más una dictadura de 35 años en el medio.
Vamos a tener que aprender a vivir con el tapabocas puesto, incluso si salimos a regar las plantas del jardín, con la humareda que habrá en el ambiente, sí, y no piensen ni por un momento que no va a volver el humo que nos asfixiaba. Estos días fresquitos fueron solo para evitar que nos volviéramos locos, pues Dios aprieta pero no ahoga. Y como no va a llover hasta el mes de marzo, pues volverán los incendios porque los miserables y bandidos que provocan los incendios seguirán formando parte de esta nuestra nueva forma de vida.
Saldremos en masa a buscarlo al virus, y lo encontraremos en los ómnibus atestados, llenos hasta el techo, y en los supermercados donde la gente volverá (ojalá me equivoque) a tocar cada pan hasta decidirse por uno. En las rondas de tereré y en el tercer tiempo después del pikivóley porque no importa el decreto, los perros hacen lo que quieren y lo que quieren es beber todos de la misma botella.
El domingo ya se llenó la Costanera, y San Ber también; y de camino muchos pasaron antes por Areguá, que hoy tiene un triste color ceniciento después de haber sobrevivido apenas a los incendios.
Mientras nosotros abrimos las puertas, París se encuentra en estado de máxima alerta por el aumento de contagios y cerrará sus bares y cafeterías; Nueva York planea volver a cerrar escuelas, restaurantes y comercios no esenciales; hubo un contagio masivo en la Casa Blanca; y el Gobierno alemán alertó a su población por el aumento de casos.
En Paraguay vamos a salir todos juntos a buscarlo al corona, por eso, para tener una chance en esta pelea solo nos queda recordar esto: lavate las manos a cada rato, usá tapabocas, mantené las distancias, evitá las aglomeraciones y no votes nunca más por el Partido Colorado.