23 nov. 2024

San Jacinto, ven a mí: 1992

Hace unos días, de investigar sobre San Jacinto derivé tangencialmente en el arquero paraguayo Jacinto Rodríguez, quien jugó la Copa Libertadores 1992 con el Sport Boys de Perú. Me puse a ver videos de aquella edición entonces, nostálgico. Recuerdo muy bien esa Copa porque... era la primera que, desde que tenía memoria, Olimpia no la jugaba. Fue la Copa del San Pablo de Telé Santana y del Newell’s de Marcelo Bielsa. Fue también el último año en que el fútbol fue como ANTES había sido. Fue el “año del cambio”. Fue el año en que la FIFA introdujo varias modificaciones en el reglamento, entre ellos el fundamental y directamente pensado para el tiempo televisivo: La prohibición de que el arquero tome con las manos un pase con el pie de un compañero.

Este cambio, visto tres décadas después, fue decisivo. De alguna manera, influyó en muchos aspectos del fútbol posmoderno: En el aspecto físico, táctico, en el puesto mismo del arquero, etc. El fútbol se hizo, de repente, mucho más intenso como podría serlo dentro de una “realidad amplificada”.

En ese 1992, Olimpia estaba dirigido por un entrenador que, visto desde el futuro, sería decisivo para la historia del club en la próxima década: El argentino Roberto Perfumo. Hizo debutar en Primera División a una pléyade de ídolos, renovando totalmente el equipo que había jugado tres finales de Copa Libertadores seguidas, ganada una: Ricardo Tavarelli, Juan Carlos Franco, Juan Ramón Jara, Denis Caniza, Mauro Caballero, Jorge Luis Campos. Tres de estos fueron campeones de América en 2002, más uno de ellos regresó para la final de la Copa Intercontinental frente al Real Madrid. No obstante, todos generacionalmente podrían haber sido campeones en 2002. A estos hay que sumar a otros dos que no debutaron con Perfumo (y no podían hacerlo), sino años después, pero que podrían haber alzado también la Copa en el estadio Pacaembú de San Pablo: Carlos Humberto Paredes (1995) y Roque Santa Cruz (1997). El Olimpia de Perfumo no ganó el torneo de Primera División, pero sí la Copa República (en una recordada final con Cerro Porteño) y fue subcampeón de la primera edición de la desaparecida Copa Conmebol.

“San Jacinto, ven a mí”, canta Fito Páez en una canción de 1990, “Religión Song”. San Jacinto, evangelizador de Europa Oriental y taumaturgo popular, vino a mí bajo la forma del arquero Jacinto Rodríguez y la lejana Copa Libertadores de 1992 en la que Paraguay estuvo representada por el muy competitivo Cerro Porteño de Paul César Carpegiani (caído en cuartos de final frente al Barcelona ecuatoriano, en los penales) y el Sol de América del fallecido este año Héctor Corte (eliminado en primera ronda).

Fue en ese 1992 cuando, en las Olimpiadas de Barcelona, el Paraguay de Sergio Markarián (que también marcaría a las siguientes dos generaciones de seleccionados paraguayos) fue el primero en la historia en protagonizar el cobro de una falta por pase deliberado al arquero. Sin embargo, el mismo fue visiblemente mal cobrado: Pues el pase del defensor paraguayo (no recuerdo si fue Osvaldo Peralta o Celso Ayala) para el arquero Rubén Ruiz Díaz... ¡fue hecho con la cabeza! Menos mal aquello no fue gol de la selección contraria (que tampoco recuerdo con exactitud). Barcelona 1992 fue el torneo en donde se probó por primera vez la nueva y, a la postre, revolucionaria regla de la FIFA.

1992 fue el año de la creación de la Premier League, la competencia modélica del fútbol contemporáneo, un legado “social” de Margaret Thatcher a las empresas; año simbólico en que la clase trabajadora comenzó a ser globalmente desalojada de los estadios, donde el deporte que habían encumbrado como una especie de multitudinario “teatro de los pobres” (fundando clubes y criando jugadores), se terminó convirtiendo a la religión de las marcas y del lucro financiero y algorítmico que hoy nos venden en, últimamente, aburridos paquetes de todo tipo.

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