Fenómenos como el terrorismo son procesos a largo plazo. El islámico, por ejemplo, está activo desde finales de los años 70 y principios de los 80 (atentados en La Meca y contra Anwar-el Sadat) y nada permite prever su desaparición en el próximo decenio.
Los británicos lucharon contra el IRA desde 1916 y acabaron hace poco con este grupo. Israel lucha desde 1948. Las FARC existen desde hace más de medio siglo. Al-Qaeda declaró la guerra a EEUU en 1996, hace 25 años, y a pesar de los métodos usados por la potencia mundial y sus aliados este grupo no desapareció, al contrario, la lucha generó el crecimiento de colectivos que apoyan la yihad en todo el planeta.
En Paraguay el mayor peligro viene de nuestro espacio interno. Las amenazas reales progresan más rápido que el esquema de protección del Estado.
Infelizmente el fenómeno de la insurrección armada y la pertenencia a grupos criminales organizados atrae a una parte de nuestra juventud. Los sucesivos gobiernos tomaron muchas medidas, generalmente lentas, tímidas, parciales y siempre adoptadas después de los ataques y secuestros. Casi nunca por anticipación.

Si usted se pregunta, ¿en dónde radicaría nuestra debilidad? Se pueden inferir tres razones por las cuales las señales débiles no son percibidas por los servicios de inteligencia: por sus marcadas limitaciones de diversa índole, porque dichas señales son imperceptibles o porque estos órganos carecen de capacidades operativas.
Hoy, el problema central para los países consiste en saber cómo detectar y neutralizar con tiempo a individuos o grupos violentos y cuál será el protocolo de procedimiento para someterlos al proceso penal.
Del análisis de las informaciones se deduce que nuestros órganos -a priori- logran identificar la mayoría de las amenazas en contra de nuestra seguridad. Empero, la clave de aquella debilidad quizás habite en el carácter no operativo del concepto señales débiles. El secuestro del ex vicepresidente de la República Óscar Denis así lo demuestra.
Las señales débiles funcionan como una alerta que obliga al Estado para actuar en defensa de sus ciudadanos. De no ser así, no es la señal la que es débil, sino la inteligencia.
“El problema no consiste en colectar información, sino en saber qué hacer con ellas. El problema no es captar o no las señales débiles, sino en darle sentido a las informaciones que ellas contengan. Se debe anticipar un evento potencialmente peligroso” Bernard Squarcini.