Doce años han pasado desde ese mundial –que por cierto ganó España–, los mismos que su historia de amor, de la que nacieron sus dos hijos: Milan, que en la actualidad tiene nueve años, y Sasha, de siete, gracias a los cuales la ya ex pareja ha conseguido llegar a un acuerdo de separación tras meses de abogados y desacuerdos.
El 2022 ha sido quizá el “annus horribilis” para ambos, no solo por la ruptura sentimental, también por la situación judicial de la cantante, que irá a juicio por sus problemas con el fisco español, y la salud de su padre, ingresado varias veces en un hospital de Barcelona.
Para Piqué, el año que termina fue el de su retirada del fútbol, anunciada el pasado noviembre antes de jugar su último encuentro con el FC Barcelona, equipo al que ha estado ligado siempre y en el que había perdido su titularidad como defensa, además de su implicación en varias polémicas relacionadas con contratos millonarios a través de la Federación Española de Fútbol.
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UNA RUPTURA SALPICADA POR LAS INFIDELIDADES
Que la relación no funcionaba desde hace tiempo se veía venir desde que empezaron a saltar a los titulares de prensa las supuestas infidelidades de Piqué, pero la confirmación no llegó hasta el pasado 4 de junio mediante un escueto comunicado en el que la artista colombiana hacía público el fin de doce años de vida en común.
“Lamentamos confirmar que nos estamos separando. Por el bienestar de nuestros niños, que son nuestra máxima prioridad, pedimos respeto a la privacidad. Gracias por su comprensión”, decía el texto remitido por Shakira a la prensa.
A partir de ahí, el estallido mediático. Comenzaron las persecuciones a ambos y pronto se pudieron ver las primeras imágenes de Piqué con su nueva novia, la catalana Clara Chía, de 23 años, a quien el futbolista, de 35, había conocido en un local nocturno al que solía acudir con sus amigos.
La felicidad del deportista haciendo público su amor en un concierto de verano contrastaba mientras tanto con las primeras apariciones en prensa de Shakira haciendo surf con sus hijos en una playa del norte de España. En esas fotografías, la cantante aparecía triste y cabizbaja, arropada por sus dos pequeños.
Y el Waka Waka, el tema que el mundo entero había bailado en 2010 y que dejó momentos en los que el futbolista saltaba al escenario para contornearse al ritmo de la cintura de la colombiana, se convirtió en Monotonía, una bachata que la cantante grabó con el puertorriqueño Ozuna en octubre y cuyo video fue filmado en el municipio español de Manresa, en Cataluña.
“No fue culpa tuya, ni tampoco culpa mía, fue culpa de la monotonía”, dice el estribillo de la canción, la primera de desamor que Shakira, de 45 años, publicó tras su separación de Piqué.
Unas semanas antes, y en una entrevista con la revista Elle España, la artista confesó que para ella escribir música era como ir al siquiatra, “solo que más barato”, y que le ayudaba a sanar.
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LA FIRMA DE LA PAZ
Tras varios meses de negociaciones entre sus abogados, el pasado 1 de diciembre Shakira y Piqué firmaron el acuerdo que permitirá que la cantante pueda establecerse en 2023 con sus hijos en Miami (Estados Unidos), donde tiene una residencia y donde su familia materna lleva residiendo los últimos años.
El acuerdo llegó después de que ambos expresaran a través de un comunicado que lo habían hecho para “garantizar el bienestar” de sus hijos.
Tras su rúbrica, el abogado de Piqué explicó a la prensa que los dos estaban ya “más tranquilos y relajados”.
Pero más allá de la separación y la custodia de sus hijos, Shakira tendrá que regresar a España en 2023, ya que tiene pendiente la causa penal por varios delitos económicos contra la hacienda pública española, para los que la Fiscalía pide ocho años y dos meses de prisión y una multa de más de 23 millones de euros.
Piqué, que continúa con Clara Chía, buscará nuevos horizontes profesionales.