27 ago. 2024

Si a la Iglesia no escuchan, ¿a quién?

Como institución u organismo de poder y no tanto como una religión en sí, la Iglesia Católica siempre ha tenido un peso en la historia de Paraguay. En este sentido, sus posturas casi siempre fueron respetadas por los distintos gobiernos del país. Pero últimamente sus posiciones no están teniendo el mismo efecto. Los políticos no están prestando atención a sus mensajes.

No debe ser propio de la Iglesia Católica tomar parte en las decisiones de un Estado, aunque en el pasado tuvo injerencia alguna. Hoy, más bien se dedica a apelar a la conciencia de los fieles, de la sociedad y la política en temas importantes, a través de las homilías en las misas o los comunicados de la Conferencia Episcopal Paraguay.

En ocasiones, y cuando hay incertidumbre o un panorama desalentador, el cardenal paraguayo Adalberto Martínez –que es un representante de la máxima jerarquía del catolicismo, el Vaticano– también se pronuncia sobre los temas.

Nada más hace un par de días, por ejemplo, pidió a los jóvenes católicos que participaron en un evento latinoamericano de Pastoral Juvenil no ser indiferentes a las nuevas formas de autoritarismo, que a los propios prelados ya los está sacudiendo.

El cartismo ni siquiera está pestañeando a los llamados de atención que le hace la Iglesia. No la está escuchando.

Cuando la Iglesia Católica se opuso a la centralización del poder durante el stronismo, ¿qué pasó? Llegaron los atropellos al clero por “comunistas” y “subversivos”. Se inició una persecución.

Trayendo esto a colación, la idea no es pensar en que la historia se puede repetir tal cual, sino advertir las señales que está dando el oficialismo sobre los pedidos que hicieron últimamente el cardenal paraguayo y los obispos del país, los cuales no están siendo escuchados por los principales referentes.

Antes de ser tratado el proyecto de las oenegés, monseñor Adalberto Martínez había pedido a la Cámara de Senadores –ya con Basilio Bachi Núñez en la presidencia– esperar un poco más y dialogar con los afectados. Pero no hubo caso. Los congresistas, con la mayoría cartista, actuaron una vez más como aplanadora y a tambor batiente le dieron la media sanción a la iniciativa.

Después de esto, la Pastoral Social Nacional emitió una postura, sumándose a las más de 80 organizaciones que consideran que con la iniciativa las quieren silenciar. La preocupación de la Iglesia se reforzó con el reciente pronunciamiento de la Conferencia de Religiosos del Paraguay al respecto, la cual acentuó que se busca restringir la actividad de las organizaciones sin fines de lucro.

Hasta el momento, el Ejecutivo ni el Legislativo están dando respuestas.

Algo similar ocurrió tras la expulsión de la encuentrista Kattya González del Senado, cuando el clero resaltó la necesidad de conducir las instituciones del Estado con altura moral y ética, y con el respeto a los procesos y procedimientos establecidos por ley. Tampoco hicieron caso. La política opositora recurrió a instancias de la Justicia para ser reincorporada y el cartismo sigue maniobrando para evitar que ella vuelva.

La Iglesia está insistiendo en el diálogo y consenso de los políticos de turno con base en la Constitución Nacional. Pero, claramente, no es lo que quiere el cartismo, que no ha hecho más que incurrir en prácticas autoritarias.

Si estos políticos no escuchan a la Iglesia –que es una de las voces poderosas y elocuentes a nivel político y social–, entonces a quién.

El cartismo ya controla el Parlamento, con mayoría en el Senado y Diputados. Posicionó sus fichas en la Justicia para tener el control y mantener sus intereses. Lo incierto es que suceda lo propio en la Fiscalía, aunque todo apunta a esto.

Una vez alguien mencionó que en la nueva dictadura cartista se volvió en el órgano represor para los enemigos.

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