Las organizaciones sin fines de lucro generalmente nacen a partir de personas que tienen opiniones, ideas y conocimientos en una muy amplia variedad de temas, y se interesan en lo que sucede en el país, buscan aportar y contribuir para que las decisiones de políticas públicas estén basadas en conocimientos, y para que la gestión de los gobiernos se haga de la mejor manera. Además, cuando se vive en un país con tantas desigualdades como el nuestro, las necesidades no cubiertas por el Estado surgen de todos lados y motivan a las personas sensibles y solidarias a ayudar.
En nuestro país, cientos de miles de personas no estamos conformes con el país que tenemos y muchas no nos quedamos de brazos cruzados. Nos organizamos para canalizar la participación ciudadana, introducir ideas e innovaciones, ejercer la vigilancia de las acciones del Estado para garantizar el cumplimiento de los derechos, aportar a la educación o el servicio a la comunidad.
Esto genera una dinámica de diálogos, propuestas, acuerdos y desacuerdos que limitan el poder absoluto de cualquiera de las partes. Llevan las voces de otros para evitar que todo se vea solo desde un mismo punto de vista.
Y molestan al statu quo.
Y así fue cuando desde asociaciones, como desde ADEC, personas ansiosas de libertad y participación contribuimos a debilitar el gobierno de Stroessner con denuncias, opiniones y presiones. Cuando con el Acuerdo Ciudadano reunimos sectores enfrentados que nunca habían dialogado para encontrar que eran más las cosas que nos unían que las que nos dividían, y pudimos articular una visión de país compartida. Cuando con Transparencia Paraguay influimos decididamente creando conciencia al denunciar actos de corrupción que derivaron en varias leyes de transparencia para el acceso a la información pública.
¡Y valió la pena!
Miles de organizaciones entregan desde alimentos hasta educación a personas necesitadas a las que el Estado no les provee.
Si eso no es hacer política, ¿qué es?
Claro que nos metemos con el Estado cuando les reemplazamos por su ineficiencia o contribuimos al desarrollo de conocimientos, cuando trabajamos para el fortalecimiento de instituciones de la Justicia, cuando denunciamos corrupción o vigilamos el cumplimiento de los derechos.
Y cuando nos damos cuenta de que no alcanza porque nos censuran, no usan las propuestas, debilitan las instituciones creadas, algunos decidimos entrar a la política y ocupar cargos electivos para desde allí lograr el país que queremos y merecemos, aplicando las ideas y conocimientos desarrollados en las oenegés.
De todas estas maneras nos metemos legítimamente en la política y ¡menos mal!