El 2023 cerró con 45 feminicidios a nivel nacional y a noviembre de este año ya contamos 27 casos consumados y 40 tentativas. Este es el golpe final de un ciclo de violencias que empieza mucho antes.
En Paraguay desaparecen miríadas de personas al año. Octubre del 2023 inició con más de 1.644 desapariciones, en su mayoría niñas, según datos de la Policía Nacional. Hablar de criadazgo, trata, violencia o abuso familiar sin datos concretos sería un disparate, pero tampoco hay dudas de que estos factores intervienen en gran medida.
Los Datos Abiertos del Ministerio Público registran 30.898 víctimas de Violencia Familiar entre enero y octubre del 2024, un promedio de 100 víctimas por día. ¿Es necesario decir que la mayoría fueron mujeres?
También hay violencias estructurales, como la desigualdad de acceso a educación, salud o trabajo. Según la Encuesta Permanente de Hogares Continua (EPHC) 2022, las mujeres paraguayas percibían en promedio G. 674.000 menos que los hombres. En entornos rurales, la situación es aún más difícil, y las comunidades indígenas están desprotegidas, a merced de poderes oscuros que mueven los hilos del país.
Detrás de estas cifras impactantes hay causas que el Estado y las instituciones no han sabido o querido abordar. Las normas patriarcales están arraigadas en todos los niveles: Desde la educación, que perpetúa roles de género rígidos, hasta un sistema judicial que revictimiza a las mujeres, minimiza las agresiones y deja impune a los agresores.
La ausencia de políticas públicas efectivas evidencia el desinterés de quienes están en el poder. Los ministerios de Salud, Trabajo y Educación tampoco escapan de esta responsabilidad. ¿Cómo hablar de estar mejor cuando las mujeres tienen menos acceso a educación superior, perciben salarios menores y carecen de recursos para escapar de situaciones de violencia?
En un país donde la violencia y las desigualdades están normalizadas, ¿cómo no vamos a estar enojadas? Nos quieren calladas, sumisas, “razonables” ante lo irrazonable. Pero el enojo no es un capricho, es una respuesta legítima para quienes ya no aceptamos ser protagonistas silenciosas de estadísticas dolorosas. Así que sí, podés enojarte.
Este llamado no es solo para mujeres; los hombres también deben cuestionar su rol en estas dinámicas. Desaprender actitudes normalizadas, cuestionar el silencio y ser aliados activos no es un favor, es su responsabilidad en construir una sociedad más justa.
Transformar la rabia en acción puede ser el primer paso hacia los cambios que nos debemos como sociedad y la chispa que encienda la lucha contra las injusticias estructurales. Enfurecerse no solo es humano, también necesario. Porque el silencio nunca cambió la historia.
La Articulación Feminista del Paraguay convoca a una marcha mañana, 25 de noviembre a las 17:00, por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, desde la Plaza Uruguaya. No estamos solas, y juntas podemos cambiar esta realidad.