27 dic. 2024

Sí, sí… no, no

“Gratitud inmensa a Dios, todo esto es obra suya, pero necesitaba de mi sí porque sin mi sí, Dios no podía hacer nada; hay que decir sí, sí, sí, sí, sí, sí a cada instante. Sí, Señor, aquí estoy, no entiendo nada, pero yo estoy aquí; soy tuyo, te pertenezco, Señor; por favor, dame la fuerza para seguir adelante”. Son las expresiones del fallecido Padre Aldo Trento, admirado sacerdote que brilló por sus obras de caridad, en una entrevista que le hicieron desde la Productora española Infinito + 1.

A días de concluir el año y con la provocación de vivir con luz de esperanza en un mundo que se oscurece, uno se pregunta, pero, bueno, ¿de dónde partimos?

Si lo pensamos con detenimiento, y aunque no hay fórmulas únicas, todos los grandes sistemas políticos, financieros, las comunidades de fe, el vecindario, las familias, y la vida personal, más allá de las argumentaciones, ideas o principios que los fundamentan, experimentan la fragilidad y el dramatismo de la historia humana que podemos simplificar en un “sí, sí”, o un “no, no”.

Nuestro punto de partida no es un simple instinto de supervivencia, o una resignada adhesión a leyes y protocolos impuestos desde el poder. Porque el ser humano es libre, es decir “no es un simple vestigio del universo o de su Creador” como señalaba Francisco De Vitoria ya en el siglo XVI, sino que tenemos voluntad e inteligencia, tenemos memoria y tenemos la razón como herramienta para procesar todo lo que vivimos de una manera única.

Desde lo ínfimo hasta lo sublime puede cobrar un sentido. Y recordando a Padre Aldo y a Koki Ruiz que partieron el mismo día de este mundo, corroboramos eso, sobre todo al pensar en las miradas hacia la realidad, en el uso del propio temperamento y de los propios límites para hacer algo que trasciende. Solo recordar los cocos, las calabazas y las espigas de maíz que le juntó la gente del pueblo a Koki para transformarlo en un hermoso retablo que sigue causando admiración. Y también el Padre Aldo en sus famosos gestos provocativos, tales como el ubicarse enfrente de la Clínica de enfermos terminales y vender la Rifa Sin Fronteras para el mantenimiento de las obras de su Fundación, en silla de ruedas y emitiendo pocos sonidos casi guturales por el problema que le aquejaba en la voz.

El punto de partida parece estar en reconocer que las aspiraciones del corazón humano son tan enormes y tan desproporcionales en relación a lo que podemos hacer para llenar o satisfacer esos deseos, que hasta duele. Para no pasar esa incomodidad algunos prefieren la alienación o el prejuicio en el que les mete la constante duda, sería mejor decir no, no. No existe la belleza, no existe el bien, no existe la verdad. Y acomodarse en la fantasía de la autonomía moral y el caos. Es la salida posmoderna que tiene descontenta a media humanidad. Algunos dirán que puede ser que esos deseos de felicidad existan, pero que no les compete en forma personal, prefieren perderse en la masa e ir con la moda al matadero de la personalidad.

Pero, la vida de personas como Koki Ruiz y Aldo Trento, que se atrevieron a experimentar la incomodidad de la pregunta, el dolor del límite y aún así seguir buscando, seguir creando y ponerse en movimiento hacia esa altura humana que se forja de forma misteriosa cuando uno dice sí, sí, es una apertura a la realidad con todos sus factores. Es un riesgo. Pero no es y nunca será el total fracaso, porque en el sí, sí existen certezas que le dan consistencia a nuestra experiencia. Están cerca, pero hay que querer abrir los ojos para ver, y tener la sencillez de reconocer que todos necesitamos ayuda. Ese es nuestro verdadero sí, sí, es nuestra parte. No un voluntarismo esforzado, sino una apertura valiente para dejarse asombrar y dejarse conmover. En la vida de estos grandes observamos que la libertad es imprescindible pero no es el fin del camino, este apunta hacia el amor que es el que guía la esperanza y trasciende nuestros límites. Sería bueno iniciar el año con este sí.

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Luis Carlos Irala