La ANDE y la Essap forman parte del segmento de nueve empresas que son mayoritariamente estatales, pero que sin diferenciación alguna con la gran mayoría de las demás instituciones públicas, centralizadas o descentralizadas, vienen arrastrando desde muchos años resultados bastante alejados de las expectativas de la gente.
El calor que se viene registrando hace unas semanas volvió a destapar no solo la ineficiencia de los actuales directivos de estas dos compañías, sino también la dejadez de la que han sido víctimas estas entidades que tienen a su cargo la provisión de servicios básicos elementales como el agua y la luz.
Al cada vez más creciente malhumor social, se le juntaron en estas últimas semanas la desesperación por el insoportable calor y las horas y horas sin luz ni agua, sin siquiera tener visos claros sobre una posible solución en el cortísimo o corto plazo; ni hablar del mediano o largo plazo.
La actual administración, apenas asumió en agosto del 2018, había ordenado al Ministerio de Hacienda llevar adelante una auditoría a las nueve empresas públicas, en una decisión alentadora que parecía ser la luz al final del túnel. Finalmente, existía al parecer una intención de limpiar el camino.
No obstante, a más de tres años de aquella orden, poco y nada se sabe de los resultados de la auditoría.
Es más, los rendimientos de la ANDE y la Essap solamente han ido empeorando al punto en que las empresas que venden generadores particulares y tanques de agua no pudieron dar abasto ante la cantidad de pedido de clientes de esas dos compañías públicas.
Pero lo que se viene tampoco parece alentador.
En medio de la pesadilla que sufre la gente a diario por los pésimos servicios básicos, las elecciones para presidente de la República, vicepresidente y cargos legislativos ya están acaparando la agenda política y las viejas promesas electorales de reforma pasaron no a un segundo ni a un tercer plano, pasaron al fondo del breviario litúrgico en Mburuvicha Róga y en ambas cámaras del Congreso.
Revisando los antecedentes cercanos en tiempos electorales, lastimosamente solo podemos esperar que no se repitan los mismos errores, aunque pese a que superamos un difícil y complejo 2021, todo parece indicar que en este 2022 seguirán impunemente los viejos vicios que rodean a estas administraciones.
Los servicios de energía eléctrica y de agua seguirán causando estragos en los hogares paraguayos, pero seguirá el clientelismo de la mano de la clase política tradicional y se continuará repartiendo jugosos beneficios en detrimento de la necesidad de incrementar la inversión en infraestructura y de la calidad del servicio.
El Estado sigue fallando en su rol de garante de una mejor calidad de vida y del bienestar ciudadano. A poco más de un año para que Mario Abdo Benítez deje el mando de la administración pública, la gente sigue esperando que “Paraguay de la gente” deje de ser solamente un eslogan político y se transforme en acciones concretas a favor del común.
El hartazgo en la sociedad está desde hace un tiempo tocando techos históricos, y la pandemia del Covid-19 ha agudizado esa situación.
Descomprimir esa olla a presión llevará más que un mandato presidencial, pero es momento de dejar de caminar para atrás y empezar a correr hacia adelante, de lo contrario, esa olla a presión podría traer grandes sorpresas en 2023.