23 dic. 2024

Sin resguardo, miles de fieles pasaron la noche empapados

La torrencial lluvia que se abatió ayer sobre gran parte del país duró hasta bien entrada la madrugada en Caacupé, donde miles de peregrinos pusieron a prueba su fe en la Virgen pasando la noche mojados de pies a cabeza.

Intemperie.  Los fieles coparon  veredas en busca de refugio.

Intemperie. Los fieles coparon veredas en busca de refugio.

El anuncio meteorológico de alerta por lluvias y tormentas eléctricas llegó tarde o jamás les importó a quienes sienten esa necesidad de ir a cumplir sus promesas a la Virgen de los Milagros en la víspera de su aniversario. Si bien la avalancha de peregrinos disminuyó en comparación a años anteriores, la inclemencia del tiempo no hizo más que postergar unas horas el incesante arribo de fieles la Basílica de Caacupé. Arriba, los relámpagos que partían en forma de raíz la noche era el preludio de la desbande de la multitud que colmaba la explanada del Santuario. La gente despavorida salía a buscar un refugio para guarecerse de la torrencial lluvia que estuvo acompañada después de fuertes vientos.

Con paraguas, pilotines y bolsas plásticas, las personas se ingeniaban para contener el embate de la precipitación.

Eran las 21.30 y la odisea para encontrar un resguardo recién empezaba.

Intransitable. A esa altura de la noche solo quedaban caminos de agua. No quedaba otra salida que esperar a que escampe bajo techo de comercios y los toldos en las veredas, colocados por los vendedores callejeros.

Así fue como se volvió casi imposible circular en las aceras circundantes a la Basílica y la Plaza Teniente Fariña.

Los diferentes corredores y pasillos del Santuario sirvieron de refugio, aunque insuficiente para la cantidad de promeseros. Incluso, conforme se acercaba la medianoche se hacía cada vez más visible la caravana de peregrinos que surcaba la plaza en cuestión, rumbo a la casa de la Santa Patrona del Paraguay.

A salvo. Promediando las 23.00 un repentino vendaval atravesó el espacio público donde todavía iban y venían las personas, entre feligreses, vendedores y curiosos. De pronto, un árbol añoso cayó y, por fortuna, solo produjo raspones a la altura de la cara de una mujer.

Como poniendo a prueba de agua la fe en la Virgen Serrana, muchos se encomendaron a ella y dejaron caer sus cuerpos contra las paredes de locales y viviendas particulares. Así no fueron pocos los que conciliaron el sueño, sobre el popular piri, bajo de techos que no cubrían los salpicones ni la humedad.

El tiempo parecía componerse cuando dieron las 00.00 y los fuegos de artificios se ocuparon de embellecer la noche. La lluvia cedió durante la madrugada y volvió en horas de la misa central de ayer.

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