Las autoridades económicas se jactan de la estabilidad macroeconómica; sin embargo, en Paraguay la gente sigue muriendo por causas prevenibles y de bajo costo. Ninguna excusa justifica nuestra situación. Vivimos en un país rico gracias al crecimiento del PIB, pero este no se revierte en beneficio de la población. El sistema de salud invierte la mitad de lo que debería y tiene niveles de ineficiencia y corrupción inaceptables por el tráfico de influencias y captura privada de los mecanismos de decisión y del sistema de adquisiciones públicas.
El modelo de crecimiento económico, la negativa de políticos y empresarios de pagar los impuestos que necesita el país para financiar el sistema de salud que necesitamos y la captura del aparato estatal explican gran parte de los problemas que cotidianamente vemos en nuestra propia vida o en la vida de otros a través de la prensa y de las redes sociales.
El modelo de crecimiento no genera empleos formales, excluyendo de los servicios de salud del IPS al 80% de los trabajadores. Eso en parte explica la falta de recursos para la salud del principal ente nacional de seguridad social. Al ser un sistema solidario, la eficiencia, eficacia y sostenibilidad depende de una base amplia de aportes y, sobre todo, de jóvenes, quienes gracias a su temprana edad enferman poco. Pero resulta que la juventud no entra por la precariedad de sus empleos.
Por otro lado, estamos financiando el aseguramiento de funcionarios públicos en el sistema privado. Otro grupo que es relativamente joven y se enferma menos durante el periodo laboral. Cuando se jubilan y empieza el periodo en que las dolencias se intensifican demandan servicios públicos que están desfinanciados porque los pocos recursos públicos que teníamos se dedicaron a financiar servicios tercerizados, que además no tienen ningún tipo de regulación, monitoreo y evaluación por parte del sector público. Ni siquiera sabemos si se cumplen o no los contratos tal como se señalan en las especificaciones técnicas.
El modelo de crecimiento y la negativa de las élites políticas y económicas impiden el cobro de los impuestos suficientes para financiar una buena salud pública. Invertimos la mitad de lo mínimo en la salud pública. No hay país, por eficiente que sea, que tenga buenos resultados sanitarios invirtiendo el 3% de lo que invertimos. Esta situación se agravará en los próximos años, ya que actualmente lo que pagamos por intereses de la deuda se acerca al total de recursos con que cuenta el Ministerio de Salud.
La negativa de estas élites de cobrar más impuestos y garantizar su buen uso contrasta con sus oportunidades de financiarse su propia salud en el extranjero dejando a la población a su suerte. Quienes logran recaudar con polladas lo hacen mientras que la mayoría muere tempranamente por falta de recursos o se empobrece porque debe vender sus activos para financiarse.
Por otro lado, parte de esta misma élite se beneficia con la captura del aparato estatal, ya que influyen en las compras públicas de medicamentos, vacunas e insumos al participar en numerosos consejos público-privados, se benefician con márgenes de preferencia en los precios y con los sobrecostos, y venden servicios tercerizados al sector público que no tienen estudios de costo-beneficio ni evaluaciones. Estos recursos públicos, igual que los utilizados en los seguros privados para funcionarios públicos, son altamente ineficientes y podrían haberse destinado a la construcción de laboratorios, servicios de imágenes, producción de oxígeno en el propio sistema tanto del MSPyBS como del IPS, entre otros aspectos.
Las autoridades económicas, sanitarias y de la seguridad social tienen mucho por hacer para ganar eficiencia en el uso de los recursos disponibles y en el cobro de impuestos para destinarlos a la salud. Es un mito que solo con eficiencia se solucionará el problema, ya que de inicio estamos invirtiendo poco. Por otro lado, los mismos que reclaman reducir la ineficiencia primero y después aumentar impuestos son los que se benefician de esta. Mientras las élites pueden financiar sus problemas de salud en el exterior, el resto del país sufre las consecuencias en Paraguay. No hay mayor infamia ni mejor muestra de la calidad humana de nuestras élites que su postura con respecto al sistema de salud.