03 ago. 2024

Sociedad civil y el retorno de los transterrados

Se está dando un guyryry con la media sanción del proyecto de ley para transparencia y rendición de cuentas de las famosas ONG en Paraguay.

Por definición, estas son organizaciones sociales, independientes de la administración pública, que se dedican a actividades humanitarias, sin fines de lucro. Pero surgen datos sobre el dinero que manejan, las redes que conforman, las agendas políticas que promueven, la influencia que ya ejercen en oficinas claves del Estado en gobernanza, por un lado. Por otro lado, el poder político que les apunta con el dedo, sus redes y personajes poco fiables a los que se les liga, generan desconfianza. Incluso se ha pedido más tiempo para analizar la ley por las sospechas de constituirse quizás en una herramienta de amordazamiento...

Ambos bandos tienen lógica de poder y se están estirando del poncho a gran escala, pero también es una de las pocas oportunidades en que los ciudadanos de a pie podemos enterarnos de un montón de cosas que ocurren tras bambalinas, aún en la democracia con libertad de prensa y de opinión que tenemos.

Recuerdo que con Nico Espinosa colaboramos años atrás con gran ilusión en un programa de control de la merienda escolar y la “donación” de materiales educativos en las escuelas públicas, programas estatales por las que los contribuyentes pagamos muchísimo dinero y que tienen que llegar en forma a las personitas a las que van dirigidos. Pero después me pidieron colaborar en un programa de promoción de la “perspectiva de género” en la solución de problemas sociales con la que ya no concordé para nada. Estudio el tema desde hace años y estoy en contra de la ideología de género, que es una plantilla política, anticientífica, alienante, estupidizante, despersonalizante, hedonista y, para colmo, totalmente fallida donde se aplica. Por supuesto, esta opinión la he dado abiertamente y eso me ha costado cierto alejamiento de proyectos laborales para la “sociedad civil” en la que se tiene que tener un perfil “progre”. En este sentido, de alguna forma soy testigo del enrarecimiento en el que se manejan algunas ONG que reciben plata del exterior para sus proyectos. Sí o sí te condicionan ese dinero. Ojo, no digo que no tengan derecho a adherirse a ideologías contrarias, lo que no tienen derecho es a minar las bases sociales y el ethos cultural más profundo que sostiene la sociedad y el Estado, con nuestras premisas civilizatorias de respeto a la vida desde la concepción, a la institución familiar y a las libertades esenciales; si lo hacen, tienen que asumir la responsabilidad ante la gente y ante la ley. Eso por un lado.

Por otro lado, la corrupción sigue vigente en la administración del Estado y daría gusto que las ONG fueran contralores ciudadanos. La pena es que, aunque proliferan, desde hace un tiempo están desfiguradas. Incluso reciben dinero de Fundaciones como la Open Society, del multimillonario Soros, que tiene marcada agenda abortista, antifamilia, pro legalización de drogas y antisoberanías nacionales. Su agenda globalista perjudica a niños y familias concretas. No es broma ni exageración. Es así.

Ñande ko vecino mínte ijapytepekuéra ha katu ñane membykuéra hína la ijobjetivo principal. Entonces, ¿qué hacemos? Eminencias como el Dr en filosofía Mario Ramos Reyes y el gran pedagogo Montero Tirado están ofreciendo criterios de análisis en sus últimos libros. Es necesario retomar los conceptos de persona, libertad, virtud, pensamiento crítico, participación cívica, democracia republicana, partiendo de la propia identidad cultural, cuyo verdadero garante es la sociedad de vecinos, nosotros, los que no militamos en los centros de poder, pero que tenemos hijos, apreciamos nuestra historia y queremos a nuestra patria. Necesitamos involucrarnos en primera persona, sacudirnos de la ingeniería social y no ceder a extraños nuestra primogenitura sociocultural. Esta, como toda crisis, es una oportunidad para que regresemos como transterrados y hagamos comunidad para buscar el bien común.
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A continuación, una columna de opinión del hoy director de Última Hora, Arnaldo Alegre, publicada el lunes 2 de agosto de 2004, el día siguiente al incendio del Ycuá Bolaños en el que fallecieron 400 personas en el barrio Trinidad de Asunción.