Sofía Acosta viuda de Núñez (73), nacida y malcriada en Capitán Miranda, Departamento de Itapúa, madre de nueve hijos, ocho de ellos aún con vida, el menor es quien reside con ella y le hace compañía.
En plena inauguración de una nueva posada turística, Sofía agasajó a los invitados con una polca paraguaya, su estilo favorito.
Su sonrisa jovial, su rostro de perfectas facciones y su cuerpo pequeño y delgado adornaban su traje típico de bailarina paraguaya, un typói blanco y una pollera turquesa. Descalza, comenzó con los primeros pasos y encantó a todos los que la observaban.
Es integrante del Club Brazos Abiertos de Capitán Miranda, conformado por personas de la tercera edad, ella es la única que baila. “No tenemos otra bailarina, nadie quiere bailar como yo, a mí me apasiona”, comentó a Última Hora después de su número artístico.
Siempre que hay eventos, inauguraciones, encuentros, la invitan a presentarse con algún baile, pero ella aclaró que no va a cualquier lugar, solo en aquellos donde reine la algarabía, la buena onda y la alegría.
Comenzó a bailar siendo ya adulta, poco antes de cumplir 70 años. Diariamente realiza sus prácticas en la academia de su sobrina, quien le enseña siempre algún paso nuevo. También estudió un año en el Centro Vivo de Encarnación.
“Tengo presión alta, pero esto (mostrando un paso básico de danza paraguaya) me sana”, afirmó con una sonrisa.
Prometió seguir bailando hasta que Dios diga basta, además, bailar, solo bailar y disfrutar la vida fue la promesa que le hizo a su esposo antes de que este falleciera.
"Él (su marido) me incentivaba a que vaya a bailar. ‘Ejerokýke che rembireko, evy'áke la nde dánzape’, me decía”, rememoró con añoranza.
Su marido falleció a la edad de 84 años, hace tres años, a causa de la diabetes que sufría. Recordó que, aunque estaba enfermo o no se sentía muy bien, elegía acompañarla a sus prácticas. Era también una terapia para su compañero de vida verla bailar.
Antes de enviudar y por varios años, Sofía se dedicó a tejer ao po’i, pero decidió dejarlo cuando su esposo enfermó y sintió que requería de su compañía y cuidados al cien por ciento.