Que pena para nuestros corruptos. Hemos perdido soberanía sobre ellos por culpa y efecto de una justicia comprada. Ahora ya no son un problema nuestro sino de los EEUU porque tanto fiscales como jueces no fueron capaces de mostrar capacidad y autonomía para juzgarlos en nuestro territorio. Nuestros corruptos tendrán que soportar la imposibilidad de viajar, el congelamiento de sus activos y lo que más temen: Ser extraditados. Pero qué le vamos a hacer . Sus cómplices en el sistema judicial creyendo ayudarlos los han soltado a los vientos. A estos tampoco les importa mucho haber sido cómplices y funcionales a ellos. Ni disculpas les darán. La esposa del significativo vicepresidente en funciones no tiene vergüenza alguna en solicitar extensión de su permiso de fiscala adjunta luego de habernos anunciado con bombos y platillos que se había jubilado. Hizo campaña con el marido señalado sin que le temblara un músculo de la cara y afirmó suelta de cuerpo que querría ser fiscala general o miembro de la Corte pero que su padre le recomendó ser la corona sobre la cabeza del pirata que hoy nos gobierna de forma interina. Un desastre completo ante una soga amenazante para ellos.
El Paraguay tiene que aprender varias lecciones de esta penosa humillación que padece. Si nos decimos ser parte de una comunidad internacional debemos asumir los derechos y deberes que eso conlleva. No creernos más vivos exhibiendo impúdicamente la riqueza mal habida al tiempo de pasear por los malls de la Florida comprando remeras y gorras de regalo para los parientes en la función pública y fuera de ella. No es posible creer que el dinero es infinito para comprar las voluntades en el lupanar de la política sin que un momento se acabe todo y con ello las lealtades alquiladas. Es imposible pretender ser un exitoso empresario con poder político para acumular fortuna en delitos transnacionales sin que termine por ser pillado, señalado y procesado. La soga pende siempre del cuello de quienes yendo contra el sentido común han venido desafiando a todos de manera sostenida y vergonzosa.
No les han ayudado los fiscales que congelaron los expedientes y los que afirmaron que no lo podía ni inquirir porque tenía un perfil demasiado alto. Ellos han incubado el huevo de la serpiente con sus dilaciones, complicidades y muestras de impunidad grosera y abierta. Si por lo menos hubieran demostrado interés en los casos haciendo las mínimas diligencias es probable que hubieran tenido compasión de ellos y quizás no hubieran invadido nuestra jurisdicción. El asesinato de Quintana tiene más de 5 años y jamás un fiscal pidió los teléfonos celulares de todos los envueltos en el mismo. La fiscala afirmó que eso era irrelevante. Ella como otros apretaron un poco más la soga sobre el cuello de quienes protegían. También son responsables de la pérdida de soberanía de nuestro país ante otros investigadores foráneos que seguían la pista de los significativamente corruptos porque afectaba sus negocios, usaban sus bancos y se paseaban orondamente por su territorio. Los únicos culpables de haber perdido nuestra jurisdicción sobre nuestros corruptos son los políticos, fiscales y jueces que desarrollaron un cartel delincuencial que jamás podría ser sancionado en nuestro territorio.
Esta farsa terminó y no es una persecución partidaria ni electoralista sino simplemente que la inacción de nuestra justicia ha forzado la intervención de los EEUU. Tarde son los lamentos. Vendrán a por ellos. Primero se señala, después se refuerza el mensaje de forma personal y luego viene la artillería pesada. El séptimo de caballería ha hecho sonar la trompeta del ataque y la soga comienza a apretar el pescuezo.