Los resultados se publican en la revista Science Advances y aportan, además, evidencia de múltiples explosiones de cambios adaptativos específicos de los humanos modernos en los últimos 600.000 años, que involucran genes relacionados con el desarrollo y funcionamiento del cerebro.
La investigación está liderada por científicos de la Universidad de California (EEUU), a quienes les ha resultado difícil determinar qué genes del genoma humano moderno fueron transmitidos por nuestros antepasados homínidos y cuáles son exclusivamente nuestros, resume la revista.
Un obstáculo concreto es que los humanos (Homo sapiens) albergan alelos neandertales -un alelo es cada una de las dos o más versiones de un gen-.
Y lo hacen tanto por el mestizaje entre poblaciones humanas y neandertales como por la clasificación incompleta de linajes, es decir, alelos que son anteriores a la separación entre homo sapiens y neandertales pero que no se encuentran en todos los humanos.
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Para evitar estos problemas, Nathan Schaefer y sus colegas desarrollaron un algoritmo mejorado -llamado SARGE-, que destaca con mayor eficacia los alelos heredados de la mezcla de humanos con neandertales.
Los investigadores analizaron 279 genomas humanos modernos, dos genomas neandertales y un genoma denisovano, y trazaron la ascendencia neandertal y denisovana y la ausencia de ambas en los genomas humanos modernos.
Esto permitió identificar mutaciones específicas de los humanos y determinar que estas mutaciones surgieron en dos explosiones distintas: una hace unos 600.000 años y otra hace unos 200.000 años.
Muchas de estas mutaciones parecen afectar a genes implicados en el desarrollo y la función neuronal.
Los cálculos también sugieren que al menos una oleada de neandertales se mezcló con los ancestros de los no africanos y apunta a regiones genómicas neandertales y denisovanas únicas en el sur de Asia.