EFE
La muestra Sonidos del Ande, que estará abierta hasta el próximo 29 de mayo, exhibe más de 60 instrumentos musicales, entre ellos una flauta de pan, botellas silbadoras o flautas rectas, en su mayoría de cerámica.
Además, forma parte de las actividades previas al II Festival Internacional de Música de Altura (Fima), que comenzará la próxima semana en Lima.
El arqueólogo y antropólogo Francisco Merino, responsable de la muestra, indicó a Efe que, pese a la existencia de los instrumentos musicales prehispánicos, las costumbres y usos que envuelven sus tradiciones musicales “son un enigma” para los investigadores.
“Solo conocemos las costumbres y los usos de los instrumentos musicales prehispánicos de la última etapa de los Incas porque fueron documentados por los cronistas”, explicó Merino.
En tres salas destinadas a la exposición es posible encontrar instrumentos de viento y percusión que permitieron a los investigadores desentrañar algunos misterios que esconden las piezas musicales.
La muestra incluye un ejemplar de una antara (flauta de pan) de cerámica negra fina de la cultura Chincha (1.000-1.450 de nuestra era), que sumó evidencias a la posibilidad de que la música prehispánica no solo fuera tocada de manera individual sino también colectivamente.
El investigador musical del museo, Milano Trejo, explicó que se llegó a esta conclusión debido a que en la sierra andina aún se toca colectivamente el sicu, un instrumento similar que permite que “dos personas interpreten una melodía en conjunto”.
Otras piezas de la exposición son las vasijas silbadoras, entre las que destaca una botella de doble cuerpo de cerámica de la cultura Vicús (200 a.C-600 d.C) que cuenta con un silbato en la cabeza de un personaje ubicada en la parte superior de una de las botellas.
El personaje, que representa a un hombre que toca un tipo de antara que aún no fue hallada por los investigadores, revela que otros instrumentos desaparecieron por haber sido fabricados con materiales orgánicos como cañones de plumas, caña y pellejo.
Según Trejo, las botellas silbadoras fueron tocadas de tres maneras diferentes: al soplar por el silbato, al colocar agua y desplazarla de una botella a otra y al soplar por el silbato con la botella llena con agua.
Los investigadores igualmente buscan conocer cuáles eran los sonidos originales que producían estos instrumentos, y es que por muchos años, según explicó Trejo, las piezas fueron reconstruidas con un fin estético, sin tomar en cuenta el sonido.
Francisco Merino agregó que el sonido de los instrumentos prehispánicos resulta disonante, “parece desentonado”, para las personas que tienen una formación auditiva occidental y no están acostumbradas a una escala musical diferente.
Merino señaló que tocar una tonada similar a la música andina actual es muy difícil con un instrumento prehispánico, que solo llegaría a “imitar más o menos la melodía de un huayno” típico.
Ambos investigadores coinciden en que la música andina actual tiene gran influencia española y que sería necesario realizar un “trabajo de arqueología muy fino” para separar de ella las influencias prehispánicas.
En Sonidos del Ande también se muestran flautas rectas de la cultura Chincha (100-1450 d.C), trompetas Moche (0-800 d.C), tambores reloj de arena de Vicús (200 a.C y 600 d.C) y un par de sonajeros en forma de cabezas de gemelos en cerámica negra Chimú (900-1450 d.C).
Tanto para Merino como para Trejo, la diversidad de los instrumentos exhibidos no solo permite conocer la riqueza musical del antiguo Perú sino que acerca a los peruanos a una parte de su historia que aún se mantiene en el enigma.