Mi hermano persigue dinosaurios, se basa en la novela homónima de Giacomo Mazzariol y se centra en el personaje de Jack, un niño de cuatro años que convive con sus padres y sus dos hermanas.
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Una tarde, sus padres cuentan que va a tener un hermanito y que va a ser muy especial, y Jack, feliz al poder tener un aliado frente a sus hermanas, identifica rápidamente ‘especial’ con superhéroe, pero después del nacimiento de Gio se da cuenta de que realmente es diferente a los demás y descubre la palabra “Down”.
Cipani dijo en una entrevista con EFE en el marco del festival que “se trata de una historia compleja” y su mensaje es claro: “No es tan fácil acabar con los prejuicios sobre la discapacidad”.
Precisamente, el director cree que “acabar con esos prejuicios es una de las tareas que pueden desempeñar la cultura y el arte, acostumbrar a las personas a estas temáticas y a la diversidad”.
El director se muestra satisfecho por el éxito de público que tuvo la película, que “ha despertado mucho interés entre las familias, aunque no fuera una película infantil, pues en ella se tratan argumentos con mucha seriedad”, a pesar de que se haga en muchas ocasiones a través de la comedia.
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En el reparto de esta producción hispanoitaliana figuran actores experimentados como Alessandro Gassman, Isabella Ragonese o Rossy de Palma, que comparten protagonismo con un grupo de niños actores.
“Fue una película que se fue construyendo por sí sola, y nosotros lo que hicimos fue acompañar a los actores”, confiesa Cipani, para quien Alessandro Gassman y Rossy de Palma “se acercaron a la película porque se sintieron también implicados desde un punto de vista emocional, creyeron que podían aportar algo distinto desde sus roles, aportaban como actores pero también desde su personalidad, su carácter y su calidez humana”.
La película no tiene una ubicación ni geográfica ni temporal concreta, porque, según el director, quería “mantener un tono universal y que fuera lo menos realista posible, es un pueblo que recuerda a muchos pueblos del norte de Italia, y también quería que hubiera la diferencia entre pueblo y ciudad, que fuera un ‘no lugar’, para dar esa sensación de fábula” en la que un niño con síndrome de Down puede ser visto como un superhéroe.
Tanto Cipani como Mazzariol piensan que “hay que reeducar a la sociedad para combatir la ignorancia”.
Mazzariol, que escribió esta novela desde su propia experiencia, considera que “en los últimos 10 años se han multiplicado historias con estos personajes, porque la gente pide historias que sean reales, con arquetipos de héroes positivos, sobre todo cuando el mal procede de la ignorancia”.
Y añade el escritor: “Son necesarios personajes como Don Quijote, que, aunque se rían de él, sigue llevando a cabo el oficio de vivir”.
Presentar al pequeño Gio como un superhéroe es, para autor y director, “una buena metáfora de estas expectativas que tenemos y que a veces se ven frustradas, aunque debajo de todos esos prejuicios hay muchas noblezas que hay que dar a conocer”.
Las nuevas tecnologías pueden ayudar a dar mayor proyección a la diversidad funcional, pero, advierte, Mazzariol, “no siempre dan la visibilidad que estas personas deberían tener, pues alguna red social como TikTok, con un sentido paternalista, ha retirado vídeos protagonizados por personas con Down y ha decidido por ellos”.