En la noche del 4 de mayo de 1954, un grupo comando del histórico Batallón 40 de las Fuerzas Armadas paraguayas atacó el Cuartel de la Policía, en Asunción, ocasionando la muerte del joven dirigente colorado Roberto L. Petit y el derrocamiento del presidente de la República, Federico Chaves.
El jefe militar victorioso de aquel golpe de Estado era el entonces joven general Alfredo Stroessner, quien luego se hizo elegir presidente y asumió el cargo el 15 de agosto de 1954, iniciando la más prolongada, oscura y oprobiosa dictadura que conoció el Paraguay, hasta que 35 años después, en la noche del 2 de febrero de 1989, otro golpe militar –que también incluyó un ataque al Cuartel de Policía– le puso fin.
INESTABILIDAD. Los sucesos del 4 de mayo de 1954 ocurrieron como corolario de un largo periodo de extrema inestabilidad política en el Paraguay. Tras la Guerra Civil de 1947, se produjo un lapso en que se sucedieron seis presidentes de la República en solo dos años, la mayoría a través de golpes de Estado: Higinio Morínigo, Juan Manuel Frutos, Juan Natalicio González, Raimundo Rolón, Felipe Molas López y Federico Chaves.
Chaves había asumido con un golpe el 11 de setiembre de 1949 y luego se hizo elegir institucionalmente en 1953, mandato que debía prolongarse hasta 1958.
“El país vivía en ese periodo una situación de caos generalizado: tensiones políticas permanentes, con crisis reiteradas; economía en bancarrota, con desórdenes en todas las áreas, pobreza generalizada en amplios sectores de la sociedad”, describe Roberto Paredes.
“Stroessner consumó su golpe, apurado como consecuencia de la debilidad notoria del Gobierno de Chaves y de la anarquía reinante en el país. Lo respaldaron los militares, cansados del caos creado por los políticos y hartos de ser utilizados por los civiles para sus aventuras de poder desde la finalización de la Guerra Civil de 1947. Querían que un uniformado, específicamente Stroessner, tomara finalmente el Gobierno”, destaca Bernardo Neri Farina.
El golpe de Estado –que iba a consagrar la más larga dictadura en la historia del Paraguay– casi no encontró oposición durante los primeros meses. Varios sectores de la sociedad –incluyendo al opositor Partido Liberal– saludaron la caída del Gobierno de Federico Chávez. “La nación reclamaba, con sus voces más enérgicas, un alto en el camino de la perdición por el que le estaba arrastrando el coloradismo, bajo la égida funesta de Chaves”, sostuvo un comunicado oficial del liberalismo, presidido por José P. Guggiari, ex presidente de la República.
PROTESTA. Sin embargo, algunos grupos disidentes hicieron oír su voz de protesta por el golpe de Estado. El 10 de mayo de 1954, jóvenes febreristas y comunistas organizaron un mitin relámpago en la plaza, frente al edificio del Cine Victoria, según refiere el investigador Carlos Pérez Cáceres.
“Allí habló Ladislao García –más conocido como Grillón–, que se subió a un vehículo y arengó en contra de lo sucedido el pasado 4 de mayo y la necesidad de que el pueblo se organice. El tráfico fue cerrado por algunos minutos y cuando las fuerzas policiales aparecieron, los jóvenes se dispersaron por las calles del centro. El dirigente comunista Luis Casabianca también suele recordar que al retirarse de este breve acto, iban repartiendo volantes en contra del gobierno militar”, relata.
En el caso del movimiento obrero, no hay datos de que hayan existido movilizaciones contra el golpe. Recién un año después, durante los festejos por el Día del Trabajador, se generó una serie de disturbios y los trabajadores manifestaron su posición crítica contra el Gobierno.
Muchos dirigentes del Partido Revolucionario Febrerista se vieron seducidos con la idea de que el nuevo presidente los convocaría a colaborar con su gobierno. “Los febreristas nos encontrábamos en la frontera, en territorio argentino, esperando que Stroessner se deshaga de los colorados y comience a llamarnos. Entonces no hubo ningún esfuerzo de parte de la dirigencia del PRF de oponerse al golpe, porque creíamos que seríamos los nuevos dueños del poder”, había dicho el dirigente Carlos Heisecke, citado por Pérez Cáceres.
Stroessner aparecía ante la mirada de muchos dirigentes y analistas como el “hombre providencial” que iba a traer “paz y progreso”.
Lo que no sabían era el alto costo que todo eso iba a tener...