Los “hibakusha” —supervivientes de la bomba atómica— tienen ahora al menos 77 años y tras sobrevivir a los estragos de la guerra y las consecuencias de la radiación, observan ahora con inquietud la situación global, especialmente, tras la invasión rusa de Ucrania el pasado febrero y la amenaza de un posible ataque atómico.
“Lo más preocupante de la guerra en Ucrania es la posible utilización de armas nucleares. Ya no es como antiguamente, ahora son mucho más sofisticadas y me preocupa pensar cómo la situación podría escalar”, explica Mise Seiichiro, un superviviente de 85 años, que se encontraba a 3,6 km del hipocentro de la explosión.
Seiichiro, que hace estas declaraciones durante un tour con prensa extranjera organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores nipón, espera que la guerra en Ucrania termine lo antes posible, “ya que ellos están sufriendo lo mismo que pasamos nosotros”, dice este hombre que tenía 10 años cuando se produjo la explosión y se encontraba en su casa por las vacaciones de verano.
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“Ahora los niños se preguntan sobre sus vacaciones de verano tras la vuelta al colegio. Entonces, estábamos contentos de ver a nuestros amigos con vida”, explica emocionado mientras sostiene un lapicero afilado hasta el límite, un recuerdo de su época de estudiante.
Al ser preguntado por las facciones políticas niponas que sugieren un armamento nuclear de Japón ante la situación en Ucrania y la creciente amenaza de Pionyang, que estaría preparado para hacer un nuevo test atómico en cualquier momento, Seiichiro se muestra visiblemente enfadado.
“Los políticos que sugieren esto no vivieron la guerra”, critica el hibakusha, quien vio cómo cuatro de sus familiares sufrieron cáncer como consecuencia de la radiación, aunque él dice orgulloso estar sano.
LA POSTURA DE JAPÓN SOBRE EL DESARME
El alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue, también observa estos comentarios con preocupación, ya que, según dice, “Nagasaki debe ser el último lugar del planeta en sufrir un ataque atómico”.
“Tener armas nucleares supone un riesgo. Siempre estamos rodeados por este riesgo, y aunque se está avisando a las generaciones futuras, este mensaje no ha llegado a todo el mundo”, advierte Taue, quien también lamenta la actual postura del Gobierno japonés con relación al desarme nuclear internacional.
Japón, el único país que ha sufrido un ataque nuclear en Hiroshima y Nagasaki, no ha rubricado el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, que entró en vigor en el 2021, y contiene prohibiciones de desarrollo, producción, posesión, uso o amenaza de uso de las armas nucleares, además de disposiciones para la asistencia de víctimas y remedio ambiental.
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“Este tratado es el único que manda un mensaje claro y todo el mundo debe estar involucrado. Necesitamos que Japón envíe un mensaje claro por la paz”, señala Taue.
Nagasaki lleva a cabo desde hace años actividades para la “educación por la paz”, especialmente en la escuela primaria de Shiroyama, ubicada a 500 metros del hipocentro de la devastadora explosión, un edificio que quedó en ruinas y donde murieron 139 profesores y alumnos.
El 9 de agosto, la bomba Fat Man fue arrojada sobre Nagasaki. Explotó a las 11:02 AM, a unos 470 metros de altura, con una detonación equivalente a 21 kilotones de TNT y dejó más del 40% de la ciudad destruida.
Nagasaki ha sido durante siglos uno de los puertos más importantes del sur de Japón y tuvo gran importancia durante la II Guerra Mundial por su actividad comercial, que incluyó producción naviera, de artillería y otro equipamiento militar.
Se calcula que unas 40.000 personas murieron en el momento del bombardeo atómico y la cifra se elevaría a más de 70.000 en los meses siguientes. Incluyendo el bombardeo de Hiroshima, el 6 de agosto, unas 400.000 personas perdieron la vida en ambas ciudades hasta la actualidad.