07 sept. 2024

Tacumbú: La síntesis de todos los fracasos

Hace muchos años, no recuerdo con precisión, me tocó ir a Tacumbú para escribir sobre el pésimo estado en que se hallaban en un lugar bien al fondo, los internos con problemas mentales, ancianos y con VIH positivo.

Estaban literalmente arrinconados y abandonados en ese espacio. Ya entonces quedé profundamente impactada por el estado calamitoso de ese centro penitenciario.

Las condiciones estaban dadas no para trabajar por la reinserción social de los presidiarios, sino para el masivo “contagio criminal” en la población penal. Lo que no ha cambiado, sino se ha replicado en otras cárceles.

Entonces, el problema de las drogas no era tan acuciante y no existían los clanes Rotela, ni el PCC, ni bandas fuertemente armadas controlando la institución, como ocurrió finalmente, pese a todas las advertencias al respecto. Ya existían sí los pasilleros, que son los internos para los que ya no quedaban celdas y debían arreglárselas durmiendo en el suelo de los pasillos.

Desde mucho tiempo antes ya se venía avisando de la bomba de tiempo que se estaba gestando en ese centro penitenciario por el hacinamiento y las condiciones infrahumanas en que operaba. Con la complicidad de las propias autoridades penitenciarias de varios gobiernos colorados habían propiciado la creación de espacios vips, loteando cada metro cuadrado al mejor postor.

De ese modo, las condiciones de encierro podrían resultar en unas confortables vacaciones para unos –con poder económico– o un verdadero infierno, para otros, sin recurso alguno. A esta suma de irregularidades, se tornó un clásico en la agenda de los medios de comunicación y de organizaciones que defienden los derechos humanos hablar insistentemente de la lentitud y desidia judicial que se traduce en un altísimo porcentaje de reclusos sin condena.

En el país de los continuos y eternos diagnósticos, en que todo cae en saco roto, se siguió permitiendo el desmadre, alimentando y dejando crecer al monstruo, y cediendo todo terreno y autoridad en el principal reclusorio del país. Algo que se repite en distintos ámbitos.

En el caso de Tacumbú, es un negocio muy lucrativo para los que desde el propio sistema hacen la vista gorda y dejan gobernar dentro del recinto penitenciario a quienes mejor pagan. Así, el inconmesurable dinero del narcotráfico y del crimen organizado transnacional devoró a directores, guardiacárceles y cuanto funcionarios existen allí, donde todo se hizo comprable y vendible, se entretejió un entramado de extorsiones. Prueba de ello es lo que hallaron el lunes al ejecutarse el aparatoso operativo Veneratio ordenado por el Gobierno para recuperar el control cedido por un “sistema penitenciario” corrupto y corrompido: Se toparon con un ejército de internos en posesión de todo tipo de armas, a las órdenes de ciertos criminales empoderados por acción y omisión de quienes administran legalmente la cárcel.

Si no se tiene esta mirada global y no se introducen cambios integrales, se requerirán continuos operativos Veneratio y de todas las fuerzas de seguridad para imponer el control en las cárceles de Paraguay. Y los centros penitenciarios seguirán siendo instituciones de especialización en delitos y la síntesis del fracaso de todos los gobiernos que tuvimos hasta ahora.

Sin cambios de fondo que contemplen guardiacárceles bien entrenados y remunerados, con seguro médico y seguro de vida, y que los hagan menos vulnerables a las tentaciones monetarias del mundo criminal. Prisiones en los que ya no existan privilegios para nadie, sino las mismas condiciones de reclusión para todos los internos, conforme a estándares de DDHH. Con programas de reeducación integral tendientes a la reinserción de las personas. Ya no cárceles concebidas como depósitos humanos; ya no un sistema de justicia que funcione solo soborno de por medio y, por supuesto, mucha más inversión social.

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A continuación, una columna de opinión del hoy director de Última Hora, Arnaldo Alegre, publicada el lunes 2 de agosto de 2004, el día siguiente al incendio del Ycuá Bolaños en el que fallecieron 400 personas en el barrio Trinidad de Asunción.