La exposición es una invitación a la toma de consciencia en torno a la necesidad de contar con la presencia de árboles en el ecosistema.
“Visité a un amigo que se dedica a la comercialización de la madera y observé un montón de trozos amontonados en desorden listos para ser comercializados como leña. Eran ‘costaneras’, restos, es decir la parte ya inservible sin utilidad práctica. Llegamos a un acuerdo y obtuve unos cuantos, seleccionados; ‘yo les voy a encontrar alguna utilidad’”, recordó Nico Espinosa.
Llegó a su casa e inició el trabajo, la limpieza de las maderas. “Barajé conceptos para convertirlos en algo que me servirían de base para las ideas que surjan. Brotaron muchas imágenes de mi niñez; pasaba los veranos en el campo, que los iba plasmando en esos retazos de madera salvados del fuego”, detalló el artista.
En sus obras se plasmaron escenas, paisajes, colores, formas que hoy están en forma de obra de arte, intentando transmitir sensaciones, emociones y buscando despertar sensibilidades.
El escritor y amigo de Nidodemus, Helio Vera, decía: “En el Paraguay, al construir tu casa tenés que protegerla del viento sur del invierno y del sol de la tarde del verano”; del primero se protegía plantando un par de naranjos, quizás una planta de níspero, un aguacate o lima de Persia. Del segundo, una planta de mango o de yvapovõ. “Apaciguaba los intensos rayos de sol veraniego. Era costumbre que las casas tuvieran árboles frutales en su patio distribuidos para ese menester”, señaló Nico.
En la actualidad, reflexiona el expositor, es común escuchar el siguiente comentario: “Cada vez existen menos árboles”. Tal cual; por donde uno mire, los árboles van desapareciendo del paisaje en general; donde había un inmenso tajy, ahora existe una estación de servicio; un extenso mangal fue sustituido por unos dúplex”, agregó Nicodemus.