Este exoplaneta fue descubierto en 2017, tiene entre seis y doce veces la masa de Júpiter y, si se compara con la edad de la Tierra, 4.500 millones de años, puede decirse que es joven, entre 15 y 20 millones de años.
Aunque ya había sido observado por el Very Large Telescope del Observatorio Europea Central (ESO) en Chile, las imágenes proporcionadas por cuatro de los instrumentos del James Webb, revelan nuevos detalles que no podían captar los telescopios en tierra.
Este es “un momento transformador, no solo para el Webb, sino para la astronomía en general”, en palabras de Sasha Hinkley de la Universidad de Exeter (Reino Unido), que dirigió las observaciones.
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El exoplaneta está unas cien veces más lejos de su estrella anfitriona que la Tierra del Sol, lo que permite que ambos cuerpos puedan ser claramente separados por el nuevo telescopio, nacido de la colaboración de la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA).
En cada imagen, el exoplaneta aparece como una mancha de luz con una forma un poco diferente, debido a las particularidades del sistema óptico del telescopio y cómo traduce la luz a través de los diferentes sensores ópticos, explicó la ESA en un comunicado.
“Obtener esta imagen fue como buscar un tesoro espacial”, explicó Aarynn Carter de la Universidad de California (EEUU), que dirigió el análisis de las imágenes.
La científica, citada por la NASA, dijo que, al principio, todo lo que podía ver era la luz de la estrella, “pero con un cuidadoso procesamiento de imágenes, pude eliminarla y descubrir el planeta”. Además consideró que hay “muchas más imágenes” por llegar que “darán forma a nuestra comprensión” de la física, química y formación de los exoplanetas.