Marian Quiroga Amarilla
Teresita Benegas O’Hara (59) es una destacada maestra gastronómica que dirige el Grupo O’Hara Gastronomía, honrando y expandiendo el legado culinario y administrativo que recibió de su madre, que describe como un “desafío hermoso”.
Esta herencia incluye valores y la excelencia en la enseñanza, características que han definido su trabajo educativo.
“Haber heredado algo con tanta excelencia en el hacer me permitió demostrar todos los valores que mi madre nos dejó. Ella se entregó en cuerpo y alma al alumno, y esa misma filosofía seguimos hoy en nuestra escuela: Enseñamos todo lo que sabemos y damos todo lo que tenemos”, comenta Teresita.
O’hara Escuela de Gastronomía se distingue por ser inclusiva, dando la bienvenida a estudiantes con diversas capacidades y fomentando su desarrollo hasta el máximo de su potencial. Para Teresita, el mayor placer es estar en las aulas, compartiendo su pasión con jóvenes entusiastas que desean descubrir el arte de la cocina, sobre todo la cocina paraguaya.
Pasión y herencia
El entusiasmo de Teresita por la gastronomía es un legado de su madre, Rosa O’Hara de Benegas, una destacada gastrónoma nacional, fundadora de la primera escuela de cocina en Paraguay, en el año 1970.
“Acompañé a mi madre en los escenarios apenas terminó el colegio, con 18 años”, rememora con cariño.
Aunque la gastronomía siempre estuvo presente en su vida, Teresita tenía otros sueños. Su anhelo era estudiar Formación Docente y, posteriormente, obtener la Licenciatura en Educación, metas que logró con dedicación. Estos conocimientos le permitieron no solo dirigir con éxito la escuela de cocina, sino también desempeñarse como docente en la Universidad Nacional de Asunción (UNA).
Cuando su madre le confió la dirección de la escuela, Teresita comenzó a seguir muchos de los pasos de su mamá. “Al principio hacía muchas cosas como ella. Luego, mi esposo fue una ayuda clave en ese aspecto, y hoy es mi hija Aramí quien se encarga de todo lo relacionado con lo comercial y el marketing. Yo, en cambio, estoy enfocada únicamente en la enseñanza, y eso me hace sentir plena”, comparte con satisfacción.
Continuar con el legado de su madre es para Teresita un motivo de gran orgullo, aunque reconoce que también conlleva una enorme responsabilidad.
“Tenemos un apellido que cuidar, esa es nuestra mayor herencia. La gente sabe que somos personas de bien y que todo lo que hemos logrado es el resultado de un arduo trabajo, una gran entrega, muchas luchas e innumerables horas sin dormir”, explicó.
Sin protocolos ni lujos
Teresita es madre de Aramí, Joaquín, Juan José y María Fernanda, y se describe como una mamá exigente y comprometida.
“He sido muy exigente e hice todo lo posible por estar muy presente. Mis hijos son mi motor, mi orgullo y mi agradecimiento a Dios. Hoy día tengo una nietita que es mi sueño, mi luz, mi prolongación si Dios así lo permite”, expresa con profunda emoción.
Teresita define a sus hijos como personas íntegras y valiosas, confiada en que seguirán honrando el legado familiar que ella ha heredado y preservado con tanto amor.
En su día a día, la maestra encuentra paz en los momentos de oración y conexión interior.
“Hoy día me gusta mucho estar sola, rezar, escuchar música o mirar una película. Disfruto cuidando mis plantas, regándolas y cocinando algo.
Con el tiempo, ha aprendido a valorar el silencio y la calma. “Ahora me dedico más a mí misma, aprendí a cuidarme, a sentarme a reflexionar, a disfrutar de lo que tengo y, en ocasiones, a tomar una siesta relajante”, menciona.
También se reconforta con las pequeñas cosas como tomar un café con su hermanos, una prima especial o sus hijas. Menciona que aunque su casa parece un paraíso, le encanta viajar al interior del país.
“Me encanta Paraguay y las bellezas que tiene. Si puedo encontrarme con mis primas que viven en otras ciudades, soy más dichosa aún. Me gusta lo simple, lo familiar, sin protocolos ni lujos”, comentó.
Inspiración
En su escuela sigue implementando la honestidad al cien por ciento.
“La ética, debemos ser coherentes con lo que decimos y hacemos; la solidaridad, ayudamos a todos los que precisan de nuestra ayuda, sobre todo a los más vulnerables”.
“La gente que comparte con nosotros sabe bien de nuestras creencias, soy una convencida de que nuestro camino está totalmente dirigido y bendecido por Dios”, agregó.
Para la mujer el mayor desafío al asumir la responsabilidad de algo tan importante es no defraudar la confianza que se ha depositado en ella.
“Yo sabia que debía modernizar todo, así que empecé a viajar mucho y mirar qué hacían las escuelas fuera de Paraguay. Empecé a innovar, compré equipos nuevos, rediséñanos algunas partes del programa y cambié el sistema de enseñanza, sin perder nuestra esencia, por supuesto. Porque había un trabajo intelectual de años de mi madre, y me concentré profundamente en la cocina paraguaya que es mi pasión”, explicó.
Tras ese cambio la escuela no paró de crecer y fue reconfortante tanto para la familia como para los alumnos.
A Teresita le gustaría ser recordada como la maestra que se entregó por completo a todos, siempre con una gran sonrisa y sin reservarse nada. “Que me recuerden como la maestra que abrazaba y alentaba a todos a seguir adelante, diciendo: ¡Todo se puede lograr en la vida! Y que la excelencia debe ser el motor en nuestra vida”, mencionó.
También le gustaría que sus hijos siempre recuerden que las cosas se logran a través del trabajo.
“Que la honestidad es nuestro mayor valor, nada vale más que una vida transparente. Que el único refugio que siempre tendrás, especialmente cuando las cosas no vayan bien, es la familia”, dijo con entusiasmo.
Y agregó: “Entre nosotros nos sostenemos y nos cobijamos, nos amamos, eso deben guardar como su mayor tesoro”, concluyó.