Estamos respirando lo último que queda de nuestros bosques. El Instituto Forestal Nacional del Paraguay (Infona) divulgó datos de monitoreo de incendios forestales: En la zona de Chovoreca, 149.124 hectáreas corresponden a bosque nativo; 3.202 hectáreas, a bosque nativo degradado; 8.289 ha, a otros usos, totalizando 159.116 hectáreas de superficie perjudicada.
Esa no es la única zona a merced del fuego. La información arrojada por el monitoreo de focos de calor y fuegos activos para el periodo del 1 al 11 de setiembre de 2024 registran un total de 17.436 focos de calor y 1.058 fuegos activos registrados, de los cuales 116 fuegos presentan una superficie estimada de afectación superior a 1000 hectáreas. El viernes se contaba con una afectación de 318.604 hectáreas a nivel país. Antes de los incendios, cada día, el Chaco paraguayo perdía por lo menos alrededor de 800 hectáreas de bosques, lo cual representa una de las tasas de deforestación más acelerada del planeta.
No hace falta demasiado ingenio para saber quién está detrás de los incendios forestales, que cada año nos inundan de humo casualmente justo en la misma época. Y no están muy lejos de quienes son responsables de la tala indiscriminada de árboles.
¿Pero qué es lo que realmente estamos perdiendo, además del aire puro que parece no importar? En ese sector se conserva una parte importante de la biodiversidad del mundo; por lo menos 4000 especies de plantas, 150 de mamíferos, 120 de reptiles, 500 de aves, 100 de anfibios, es decir, uno de los ecosistemas más ricos del continente.
La zona del Chaco paraguayo, además, es el último bastión de resistencia de un pueblo aún sin contacto: Los ayoreo totobiegosode, que por decisión propia siguen internados en la selva. ¿Podemos imaginarnos, siquiera, lo que significa que el fuego llegue a destruir lo poco que queda de su hogar ancestral? Vivían libres en su territorio y fueron reducidos a pequeñas porciones de tierra, incluso fuera de su territorio tradicional, que encima estamos fallando en proteger
A veces parece que nos olvidamos de que vivimos en una tierra prestada y por el “desarrollo”, apostamos no solo nuestro futuro, sino las vidas de los de al lado. Es necesario reconocer los derechos territoriales de los pueblos indígenas garantizados por la Constitución vigente, garantía que debe proporcionar el Estado paraguayo, además de políticas públicas para su desarrollo saludable.
¿Qué buscamos con toda esa deforestación? ¿Extender aún más la frontera de la soja? ¿Vamos a seguir comprando y vendiendo el cuento del “Paraguay verde” cuando el verde solo está en la semilla para exportar o esta vez vamos a tomarnos en serio lo que pasa a nuestro alrededor y exigir la protección real de nuestro territorio? Mientras tanto, agradezcamos que aún no nos venden el oxígeno en latitas.