La política paraguaya es guiada por la suerte de los dados. Sus protagonistas fueron encumbrados y desalojados por la lógica del azar. Quien se preparó para presidente no llegó. Los candidatos oficialistas fueron siempre derrotados. La razón no se impuso en los comicios sino que fue el azar el que hizo ganar momentáneamente a una persona o grupo y el mismo azar el que terminó con ellos. “Dios no juega a los dados”, decía Einstein, quien nunca supo que había un país donde su teoría sería letra muerta. Es un asunto fortuito que todavía le falten dos años al gobierno de Abdo del que no queda nada de lo que le había encumbrado en su momento.
Cartes, la razón de su triunfo, es hoy su aliado que simula no serlo aunque no puede esconder el concubinato político que surgió por evitar el juicio político antes de cumplir un año de gobierno. “El caiga quien caiga” es hoy sujeto de burlas como la expresión de defensa de Peña al caído en desgracia Gonzalez Daher, a quien alabó sus virtudes y hoy se esconde de cualquier cercanía.
El azar también lo puso a Peña en el camino de Abdo como peón para ser derrotado y olvidar la enmienda de sangre. Nadie que no crea en el azar puede ingresar a la política criolla y aguantar tres años en el sillón presidencial que debería titularse: la sentadera de la suerte.
Abdo es hoy sujeto de conmiseración para algunos y de desprecio de la mayoría. Para los primeros que le tienen lástima afirman que es un pobre tyeraku (pájaro desafortunado) al que le vino junto con su incompetencia: la sequía, los incendios, la pandemia, la tragedia familiar y su entorno elegido donde uno de ellos afirmó muy suelto de cuerpo que todas las plagas de Egipto se abalanzaron sobre su persona y gobierno. Para los que lo condenan solo representa el fin de un modelo y la profunda crisis de un sistema democrático que no aguanta seguir simulando parecer ser algo no que no puede ser.
Los escombros de la dictadura son incapaces de sostener este edificio que reclama virtudes y capacidades que no tiene el Gobierno. No puede dar honestidad ni eficacia un hato que solo piensa en porcentajes y negocios particulares desde el Estado. No son capaces de comprender la gravedad del momento y ni la condena a los González Daher le permite entender que las señales del hundimiento son cada vez más cercanos. Todavía creen en el azar. Afirman que podrán seguir calafateando el barco como lo había pedido Stroessner a pocos meses de su derrocamiento.
La crisis con los fleteros se descomprimió pateando el problema hacia el futuro. Buscando agotar a una de las partes mientras se sostiene del vendaval de reclamos de distintos sectores. Los cartistas piden la cabeza del ministro del Interior no por los últimos acontecimientos sino solo para probar la fuerza de sus músculos mientras tratan de distanciarse del Gobierno cómo sea. Simulan para no ser. Esconden bajo la manga la carta con la que pueden sorprender a los participantes de la timba política.
Los premios no atraen más a la mayoría que pinta donde puede: “ANR nunca más”, incluido el poste de alumbrado de la esquina de mi casa a metros de una seccional colorada. Se acaba el tiempo, el titiritero mayor es calificado de yetatore (acaso el peor de los epítetos paraguayos) y el títere no sabe hasta cuándo aguantará. Se hacen apuestas mientras escasean las vacunas, suben los precios de la canasta familiar y se simula como si nada pasara cuando en realidad es todo lo opuesto.
El juego está a punto de terminar y ya todos guardan algo para cuando deje de sonar la orquesta, la ruleta detenga su marcha y la timba se acabe.
Benjamín Fernández Bogado – www.benjaminfernandezbogado.wordpress.com