Octubre, considerado ancestralmente como el mes de las carencias, en este año marcó la diferencia al concretarse las primeras exportaciones de tomate y cebolla a la Argentina, productos que históricamente el país importó durante décadas de los mercados vecinos.
Sin duda, marca un punto de inflexión o un cambio importante en el rumbo económico de los productores frutihortícolas, que durante años venían quejándose del bajo precio de sus productos y del ingreso ilegal que los desplazaban del mercado sin piedad alguna.
La importante cantidad de producción nacional fue posible mediante una fuerte campaña para animar a los agricultores a apostar por estos rubros, pese a la mala experiencia de años anteriores. También ayudó el clima en determinadas zonas del país en donde se registraron precipitaciones que fueron suficientes para asegurar un excelente resultado.
Dada la gran producción, el gremio de importadores, con el apoyo de las autoridades gubernamentales, realizó las gestiones para lograr ingresar al mercado argentino la producción, que fue calificada de muy buena calidad.
La exportación de tomate y cebolla se suma a los envíos ya tradicionales de banana y piña, productos que también tienen buena aceptación entre los consumidores argentinos.
Los primeros envíos fueron celebrados por las autoridades oficiales, pero el gremio de los importadores también se atribuye las tratativas para lograr los envíos.
También hay que mencionar que un grupo de frutihortícolas no está del todo conforme con el logro de ingresar los productos al mercado argentino.
El grupo de detractores señala que estas exportaciones benefician solo a un sector, mientras que el resto de los productores solo quedan expectantes. Se preguntan –además– si por cuánto tiempo se podrá enviar la producción nacional al vecino país. En ese punto, creen que esto será solo por un tiempo; es decir, mientras dure la falta de tomates y cebollas en esa plaza comercial. En ese sentido, sostienen que los productores del vecino país tienen una capacidad superior a los del lado paraguayo.
Otro punto que cuestionan es que los que están exportando son aquellas fincas que trabajan a nivel empresarial, mientras que las pequeñas fincas no tienen capacidad para ofrecer sus productos.
El mayor temor es que una vez que Argentina recupere su capacidad de producción vuelva a invadir el mercado paraguayo con sus frutas y hortalizas.
Desde el otro lado de la vereda, el entusiasmo no para y ya se están anunciando incluso próximos envíos de locote, otro producto que históricamente se importa de Argentina o Brasil.
Mientras tanto en el mercado interno también se observa una interesante oferta de frutas y hortalizas de temporada y a precios razonables tanto para el productor como el consumidor.
Lo que sí hay que señalar es que en Paraguay la producción tiene sus temporadas altas y bajas. Actualmente, estamos en la temporada alta y es esto lo que permite abastecer el mercado y, al mismo tiempo, enviar al país vecino.
Si bien es cierto que esta alegría puede durar poco tiempo, pero a la vez es una clara muestra de que en el país se puede producir en calidad y cantidad razonables. También se está demostrando que se puede encontrar un precio justo, un equilibrio que convenga tanto al productor como al consumidor final.
A partir de esta experiencia lo que se debe buscar es perfeccionar las estrategias de producción y comercialización. Pensar en una oferta permanente de tal suerte que no se generen especulaciones o escasez provocada de productos para obtener ganancias a costa de productores y consumidores.
En calidad de consumidor, apuesto y animo a los labriegos a seguir apostando al trabajo y aprovechar las oportunidades que da el mercado.