La cantidad de cocaína despachada por puertos paraguayos es descomunal y muestra severos problemas en toda la estructura de control del Estado y sobradas razones para desconfiar de que tengamos soberanía real sobre nuestro territorio. El alijo de 4 toneladas con valor en el mercado minorista europeo de más de dos mil millones de dólares detectado en el puerto de Barcelona, solo confirma la ruta de los anteriores envíos a Bélgica, Inglaterra y Alemania. Las repercusiones contra los buenos paraguayos pueden ser enormes y la valoración de los malos similar a nivel interno. Los órganos de inteligencia son incapaces de detectar la ruta y los encargados de este negocio reciben por toneladas el dinero. Los pequeños traficantes de Curuguaty son puntillosos en describir a quienes sobornan y con qué cantidad según su cuadernillo de apuntes. Un anterior titular de la Senad hablaba de que el 80% de sus agentes trabajaban para los que debieran combatir.
No digamos fiscales, jueces, policías o encargados de puertos. Todos son narices dispuestas a absorber algo de los montos de tan descomunal tráfico. Las investigaciones nunca llegan a ubicar a los grandes impulsores del negocio y se conforman con detener a irrelevantes conductores de la carga de un sitio a otro. El gran riesgo de convertirnos en un narcoestado con un manejo absoluto del crimen organizado es enorme y pareciera que no le prestamos la atención debida. Si tenemos un senador como Galeano que legisla mientras batalla su inminente condena o el indiciado diputado Lalo Gómez junto otros de menor visibilidad, claramente ya podemos notar que el grado de inserción de estos actores en las tareas del Estado son permanentes, constantes y abiertas sin temor alguno a los costos que eso suponga. La economía del crimen crece ante estos ejemplos. En lo chico y en lo grande. Todos ven que las acciones delictivas no tienen costos y nadie paga por sus actos. El fiscal Said de Anticorrupción mientras tanto ni ejercer su defensa se anima ante un Jurado de Enjuiciamiento que prepara la guadaña con la que decapitarlo del cargo. Su mayor error: Haber osado imputar a corruptos. Uno de ellos se erigió en su juez y desempolvó un caso que solo confirma su funcionalidad al sistema que quiere sancionar al osado fiscal que logró la condena de algunos prominentes colegas corruptos. Estamos muy mal con estos ejemplos. Solo todo eso confirma la clara deriva de claudicar ante el crimen. Lo que viene después no debe sorprendernos. México, Colombia en su momento o Ecuador ahora son testimonios del nivel de violencia, criminalidad y muerte que todo este acto de claudicación supone. Tiene que mostrarse un verdadero compromiso de luchar contra todo esto porque de lo contrario vamos a lamentar entre todos sus consecuencias. Ni el grado de inversión alcanzado podrá servir de algo mientras las toneladas de drogas con valores superiores a la más optimistas de las inversiones sigan saliendo del país sin que nadie las notara ni que se sepan de la captura y sanción de sus promotores. Zonas completas capturadas por el narcotráfico tenemos en el país. A las ya conocidas de Amambay, se suman hoy los departamentos de Caazapá, Canindeyú, Alto Paraná, San Pedro y Concepción.
Cortada la ruta de salida hacia el norte han encontrado en Paraguay y en la hidrovía los canales por los que sacar la droga con destino a mercados europeos. En la semana que los norteamericanos celebran la detención de Ismael el Mayo Zambada –el mayor narcotráfico mexicano– junto al hijo del Chapo Guzman en un aeropuerto de El Paso (Texas), aquí no caen más que los peces pequeños mientras son señalados como tales algunos que legislan desde sus curules en el Congreso.