“Cuando Bonnie lleva a todo el grupo a su excursión familiar por la carretera, Woody termina en un inesperado desvío que incluye un reencuentro con su vieja amiga perdida Bo Peep. Tras estar por su cuenta durante años, el espíritu aventurero de Bo se contradice con su delicado exterior de porcelana. Woody y Bo se dan cuenta de que se convirtieron en personas muy diferentes en lo que respecta a la vida como un juguete, pero pronto descubren que esa es la menor de sus preocupaciones”.
La persona que escribió esta sinopsis realmente debería llevarse un premio, porque en pocas líneas sabemos todo lo que vamos a encontrar en la película, sin realmente saber qué vamos a ver. Nos dice que el viejo equipo de juguetes sigue unido, esta vez con un nuevo niño; nos da a entender que alguien del pasado de nuestro protagonista reaparecerá inesperadamente y que ese alguien ya no es quien Woody conoció alguna vez; y sabemos que hay algo más grande y grave preocupando al vaquero, aunque todavía no sabemos con certeza qué es.
La verdad es que el sheriff siempre estuvo muy seguro de su lugar en el mundo: es un juguete y su trabajo como tal es velar por la felicidad de su niño. Por años, ese fue Andy, y para el pequeño Andy, Woody siempre fue lo más importante. Incluso cuando llegó Buzz Lightyear, en la primera Toy Story, allá por 1995, ya sabíamos que nadie podría reemplazar el lugar del vaquero. Nueve años han pasado desde que los vimos por última vez, pero para nuestros personajes fue mucho menos tiempo. Bonnie es una niña con mucha energía y juguetes propios, que llegaron antes que ellos, pero sin dudar los acogió a todos cuando Andy fue a la universidad. En ese momento, Woody consideró más importante quedarse con sus amigos, dejar ir a Andy y empezar un nuevo capítulo con Bonnie.
Pero en casa de Bonnie, Woody ya no es imprescindible. Hay otro juguete dirigiendo al grupo y su niña no lo necesita de la manera en que Andy lo hacía. Esto lo lleva a cuestionarse su rol en la vida de ella, en su grupo de amigos y –sorprendentemente– a plantearse dudas existenciales que a los oídos del público infantil son más chistes, pero que los adultos vemos de otra manera. Es ahí cuando Bo Peep, su viejo amor de la casa de Andy, regresa: Bo creció, se adaptó a una vida sin niños y está satisfecha con lo que ha logrado. Ella es libre, y eso a Woody le asusta y cautiva al mismo tiempo. Como en cada película de esta perfecta saga, nos encontramos con personajes nuevos, antagonistas y compañeros de viaje desconocidos. La versión original fue grabada por actores de la talla de Keanu Reeves (actual novio de internet), Keegan-Michael Key y Jordan Peele, así que siempre es un plus ver Toy Story 4 en el idioma original, para apreciar los matices de algunos chistes y disfrutar de lo que tienen para aportar a sus personajes simplemente con su voz. Sin embargo, verla doblada al español no es nada malo, pues el trabajo de los actores de voz latinos siempre es impecable cuando se trata de películas de Disney.
En el corazón de esta historia encontramos a alguien que muchos ya vimos en los trailers: el pequeño Forky. Desde su inocente punto de vista de cubierto descartable convertido en juguete (porque todos sabemos que los niños pueden hacer de cualquier cosa un juguete), Forky es el punto alrededor del cual gira esta trama.
Otra excelente aventura
Como era de esperar, el debut de Toy Story 4 fue todo un éxito. En la página de crítica especializada Rotten Tomatoes goza de un saludable 99% de aceptación y la describen como: “Reconfortante, simpática y bellamente animada… logra la improbable hazaña de extender –y quizás, concluir– una saga animada prácticamente perfecta”.
La crítica la acogió como el regreso del hijo pródigo y aunque no fue dirigida por John Lasseter, como estaba planeado, es todo un éxito. Lasseter fue obligado por Disney a distanciarse de su trabajo en Pixar después de que una investigación descubriera una serie de acosos sexuales a empleadas de la compañía.
En medio de todo este caos, la película siguió adelante y sus realizadores no dudaron ni por un segundo del valor de la historia que tenían entre manos. Andrew Stanton, parte de Pixar desde el principio y guionista de todas las entregas anteriores de esta saga, empezó a escribir el guión del cuarto filme antes de terminar la realización de Toy Story 3, así que la trama mantiene ciertos elementos adultos que definieron a la última: el abandono de los juguetes y el rencor de ciertos personajes, por ejemplo.
La calidad visual de la animación de los estudios Pixar no decepciona. No hay una película animada que iguale en calidad a esta pieza, con la atención a los detalles (como el suave brillo de la piel de porcelana de Bo Peep) y la dirección perfecta de las escenas de acción (¡que hay muchas!). Grandes y chicos van a disfrutar de estos 100 minutos de genialidad cinematográfica.
Alerta de spoiler: llevá un pañuelo. El resultado es hermoso y no voy a mentir: la emoción se agolpa en la garganta, las lágrimas pelean por salir y el inevitable suspiro se escapa durante los minutos finales en los que vemos a nuestro sheriff favorito convertirse en alguien nuevo, en su propia persona, no definido por su necesidad de cuidar de alguien más, sino reconfortado por la satisfacción de la misión cumplida.
Similar a aquel momento en que Andy dejaba su caja de juguetes en el patio de Bonnie y se despedía para siempre de Woody, la repleta sala del cine vuelve a contener el aliento, al unísono, mientras contempla casi 25 años de historia llegar a una bella, bellísima conclusión en pantalla.
Toy Story 4 es la película perfecta para ver con nuestros hijos y sobrinos, pero también con nuestros padres y amigos al lado. Es una lección sobre reconocer el momento de dejar ir las cosas y comprender que decir adiós no implica que todo lo que vivimos antes deja automáticamente de existir.